Hace muchos años, cuando cursábamos el COU, un profesor muy preocupado por nuestra formación nos pidió un trabajo especial. Debíamos escoger tema para una exposición oral. De lo que se trataba era de reunir materiales y organizarlos con el fin de pronunciar una conferencia allí mismo, en el aula. El tema era efectivamente libre, toda una audacia del profesor, algo que agradecíamos aquellos bachilleres que salíamos del franquismo.
Elegí un asunto político por entonces en boga, condicionado como yo estaba por mi lectura semanal de Triunfo, una revista de la que aquí ya hablé: El Frelimo y la independencia de Mozambique. Recuerdo haber iniciado mi charla de un modo obviamente periodístico: como si fuera un reportero presente en el lugar de los hechos, yo describía el reemplazo del pendón, cómo se arriaba la bandera de Portugal. El proceso de descolonización estaba consumándose, nuevos Estados aparecían en la escena política y esos actos tenían un futuro prometedor que atraía a los jovencitos de entonces. Al menos a mí. Pero recuerdo más.
Alguien que hoy frecuenta este blog pronunció entonces una conferencia sobre El conflicto palestino-israelí. Nos impresionó con su erudición de metralla y con su correcta impostación. Algún otro amigo abordó un tema extravagante sobre el que nadie había reparado hasta entonces: Highlands, de Escocia. Charlar sobre dicho asunto con aplomo tenía mucho mérito y revelaba a un tipo osado. Había que vernos: muchachos de quince o dieciséis años hablando en público, documentándose, haciendo como que sabían sobre los temas más abstrusos o absurdos.
De todos los que intervinieron, aquel que más nos entretuvo y admiró fue R.C. Permítanme preservar su identidad nombrándolo por sus iniciales. Nos sorprendió con la aparente simpleza del objeto, con su alegre desvergüenza, con su audacia expositiva, vaya. Nadie sabía tanto de esa cosa que él trataba; a nadie parecía interesar; pero, al fin, todos quedamos muy favorablemente impresionados. Fue tal su elocuencia que nos cautivó con su ordinaria desenvoltura. ¿El tema sobre el que conferenció? Aún lo recuerdo: El deporte de la escopeta.
Visto ahora, aquel episodio puede parecernos una de estas dos cosas: desenvoltura cinegética o intuición política. Àngel Duarte se felicita del desparpajo de R. C. En cambio, Isabel Zarzuela se sorprende de lo avezados que éramos aquellos muchachos. Precisemos. R. C. no hablaba de la caza en términos metafóricos. Probablemente no sabía quién era Miguel Delibes, entonces tan admirado por mi padre. R. C. era un joven acostumbrado a pegar tiros. Pero tiros de verdad y sin justificación: disparaba a las aves o a los platos. ¡Plato! Y no pedía perdón por ello, ni se lamentaba, ni se avergonzaba. Justamente lo contrario de lo que a mí me pasaba: siempre tan dengoso con mi rifle de perdigones.
En realidad, R. C. estaba orgulloso y eso me asombraba. Y… me sigue asombrando. Llamaba «deporte de la escopeta» a las prácticas de tiro o a abatir aves. O sea que pensaba que era una actividad lúdica, competitiva, bien justificada, con reglas. No le faltaba razón: la caza, por ejemplo, forma parte del proceso de civilización. Pero qué quieren: practicada ahora, en nuestra sociedad, me sigue pareciendo algo pretérito o postizo o algo que hiere mi sensibilidad animal. Exactamente como las corridas de toros. La tauromaquia es también una actividad tradicional y lúdica, con normas, incluso estéticamente peculiar. Sin embargo, me parece una práctica anacrónica, incluso extemporánea; una práctica en la que el hombre se prueba con animales, con finura o con ensañamiento, pero con un propósito: abatir piezas. Ah, y digo lo anterior sin ser vegetariano.
Pero, bueno, regreso a R. C. La caza mayor era su ambición. Como la del ex ministro de Justicia español, Mariano Fernández Bermejo. Exactamente igual. Leo lo que dice Daniel Gavela en El País: «como cazador de larga trayectoria, siento una piedad enorme por el ministro Bermejo, a quien no conozco de nada pero en el que intuyo una pasión ciega y no sobrevenida por la caza, como corresponde a un tipo de pueblo». He leído un par de veces esas palabras y el artículo del que las he extraído, titulado «De una escoba salió un tiro«. Confieso no comprender muy bien a qué alude. No me refiero al sentido político de la tribuna, que es una defensa de un ex ministro que ha cometido alguna falta y varios errores en el desempeño de su cargo. Ha cometido alguna falta y varios errores –ya digo–, pero no sé si se merecía la dimisión por aquélla o por éstos. O simplemente le han hecho pagar más de lo que debe. Días atrás resultaba sarcástico ver a Federico Trillo reclamando ostentosamente la dimisión del ministro Bermejo. ¡Manda huevos! Vaya, ahora que lo pienso también escribí un artículo sobre él y, de paso, citaba a un viejo amigo…
Punto y aparte, que me enredo. Digo que al leer el artículo de Gavela no he comprendido a qué se estaba refiriendo el autor con eso de la «pasión ciega y sobrevenida por la caza, como corresponde a un tipo de pueblo». Gavela confiesa ser también de pueblo, dando a entender que no hay ultraje alguno en esa calificación. Releo otra vez dichas palabras. De repente también recuerdo que R. C. era –es– de pueblo.
Si R. C., Mariano Fernández Bermejo y Daniel Gavela son de pueblo y por eso tienen una pasión ciega por la caza, entonces es que abatir fieras es algo rural. Vamos, que en el medio urbano no lo entendemos porque no nos queda el atavismo de capturar piezas para la supervivencia. La lucha por la supervivencia es la condición misma del orden natural, si queremos decirlo con un darwinismo salvaje. En efecto, el proceso de civilización suaviza nuestros conflictos y la violencia se sublima con otro tipo de competiciones o de objetivos. Por eso, la caza y otras artes de matar quedan como atavismos más o menos bellos que aún no escandalizan enteramente. Son un eco de lo que fuimos, un rescoldo de tiempos menos pacíficos. De la guerra también se puede hacer arte, ya saben. Es un conflicto con normas en el que las piezas a abatir son otras. O todas.
Si sigo los presupuestos de Gavela (la caza como algo de pueblo), la conclusión que extraigo es cada vez más incomprensible. Pero no irreal o infundada. El propio autor acaba su artículo con unas bellas palabras de aire nostálgico que me devuelven a R. C., al pasado, al atavismo: «En cuanto a la caza, poco que añadir. Hoy todavía no pido perdón. Nací en ambiente cazador y me curtí, siendo niño, en las partidas más bravas y furtivas del oeste leonés, entre Laciana, Fornela y Los Ancares. No está la caza para muchos tiros. No hay caza sin libertad y casi toda España es una finca parcelada en la que rumian pienso todas las especies. Tampoco gasten mucha pólvora contra los cazadores porque somos especie en extinción. Vamos a morir de fuego amigo o de tristeza».
La impresión que yo he tenido todo este tiempo, cada vez que veía al ministro Bermejo vestido para una montería, era la de la sorpresa: como ocurría con R. C., me asombraba su desenvoltura. Se hacía fotos para Jara y Sedal o se retrataba con las fieras muertas. En ellas no parece sentir inquietud alguna porque no comete un acto que la sociedad repruebe. De igual modo, si hubiera sido un taurófilo empedernido y le hubieran dejado, podría muy bien haberse retratado en la plaza, con un morlaco muerto a pocos metros, la pieza abatida por el torero. ¿Que a los toros se asiste de espectador y en la caza se va a disparar? Bueno, en ambos casos, lo que resulta bello y se contempla es la lucha del hombre y del animal, con resultado de muerte. Lo que me llama la atención es la indignación que las monterías de Bermejo provocan, su afición cinegética –su exhibición fotográfica–, y la poca repugnancia que las corridas provocan. ¿Nos habríamos escandalizado si hubiéramos visto a un ministro en la Presidencia de la Plaza, fumándose un puro descomunal y autorizando las suertes, si es que el destino mortal de un toro es una suerte?
Hacia el final de su artículo dice Daniel Gavela: «casi toda España es una finca parcelada en la que rumian pienso todas las especies». Ya no hay partida en donde cazar ni espacio en el que disputar por la pieza. Hemos pasado de los viejos montes comunales en los que los nativos mataban para la supervivencia a una propiedad circundada, cerrada –parcelada, finalmente–, en la que los animales rumian. Qué curioso: ésa era la tesis de E. P. Thompson en Whigs and Hunters…
España como un gran establo. No me disgusta esta imagen de Gavela, como tampoco me desagradan sus palabras, sensibles, solidarias con un cazador. Tiene, además, la finura de no hacer metáforas con el hecho cinegético, metáforas tan previsibles y ordinarias como las del «cazador, cazado» o las de «Bermejo abatido», titulares que he leído en otros medios. Pero lo mejor y lo más nostálgico es el final. «Vamos a morir de fuego amigo o de tristeza». Lean otra vez esa frase, por favor. Yo lo dejo ya por hoy, un poco más triste. Voy a ponerme a cubierto, que veo fuego cruzado, amigos.
Punto final. Haré todo lo posible por volver a charlar con R. C.
¡Vaya! Así que con 16 años eligen como tema libre a exponer, “El Frelimo y la independencia de Mozambique”, “El conflicto palestino-israelí” , “Las Highlands escocesas”, “el deporte de la escopeta”… Ya apuntaban maneras, sí señor.
Recuerdo un año en clase de ética (cuando estudiaba 2º de BUP), que se me ocurrió exponer como tema libre (también nos lo proponían) “Nosotras parimos, nosotras decidimos” (ja, ja, ja, ¡ay, la juventud!). Yo tomé mi exposición muy en serio, pero el cachondeo en clase al principio fue tremendo. No obstante, terminé mi exposición satisfecha, pues a pesar de las risas iniciales, generé un debate interesantísimo que no se me olvidará en la vida (creo que a la profesora tampoco).
Cuadradito = sonrisa
Isabel, ¿se imagina? El Frelimo. Frente de Liberación de Mozambique. ¿En qué estaría pensando yo? Al menos, lo que usted planteó era algo que le concernía. Lo que yo elegí era pura influencia lectora. En el peor sentido. Quien, de verdad, me impresionó fue ese compañero que eligió ‘El deporte de la escopeta’. ¿Una metáfora?
No. R.C. era un avanzado de su tiempo. Lo lógico, entonces, era interesarse por el Frelimo o por el Mpla. Pedir libertad de expresión para los periodistas. Cantar las virtudes de la liberación de los pueblos, incluyendo las autonomías y los derechos de autodeterminación correspondientes. Reclamar la castración de los violadores. Asistir a misas por Puig Antich. Estábamos en el lado equivocado. R.C. acertó. Eso es todo.
Sólo una pregunta ¿ha llegado a ministro, su antiguo colega?
¡Vayapordios, Justo! ¿El Frelimo? Sí que estaba usted leído. Yo, en aquella época, recuerdo haberlo oído mencionar en las noticias, pero dar una conferenca… tiene tela.
Igual su compañero procedía de una familia de cazadores, que por estos pagos hay mucha afición.
Juan Antonio, muchas gracias por tu recomendación bibliográfica, te dejé otra mía para ti en el anterior post.
Serna… ¡vaya compañeros de clase!
Para todos y ya que estamos metidos en temas de “Escopeta Nacional” (¡qué peliculón el de Berlanga! ¡¡qué visión de futuro!!) y ya que se citó a Zaplana en el anterior post.
Hoy, hoy mismo, precisamente hoy, Zaplana tenía que haber comparecido en tribunales para defender su honor y dignidad ante un juez y frente a los dos empresarios que lo acusaron de haberles exigido una coima para su propio beneficio y el de su partido, amén de denunciar, en el mismo paquete, a los diputados sociatas que lo revelaron en los medios. ¿Vale? Pues ayer, ayer mismo, precisamente ayer, Zaplana retiró la denuncia. ¡Qué bueno que es Eduardito!
¿Alguien vio algún titular con la noticia? Yo lo oí en la radio una vez, ahoras intempestivas, y luego, la noticia se esfumó de las ondas. ¡Qué magníficos medios tenemos!
http://www.levante-emv.com/secciones/noticia.jsp?pRef=2009022400_19_559570__Comunitat-Valenciana-juez-absuelve-empresarios-acusaron-Zaplana-cobrar-comisiones-ilegales-Terra-Mitica.
http://www.elpais.com
Mi estimado gato. Tus deseos son ordenes para mi
O hijo de cazadores, o hijo de militares tenía que ser el deportista de la escopeta, Doña Marisa.
Qué diría aquel muchacho y cómo tuvo que desenvolverse para cautivar a toda la clase de Serna. Intrigada estoy por saber el contenido de la exposición de su compañero R. C., Don Justo.
Después de releer ‘El niño y su rifle’, no creo que aquel muchacho fuera un niño dengoso, Don Justo, más bien parece un niño sensible. El niño apuntó con «horror infantil»,consciente del peligro que conllevaba el manejo del arma, y por ende, consciente del valor de la vida. ¿La misma consciencia que R. C.?
Aunque de papel tebeo,
te veo al natural,
en gatuna naturaleza trocado.
Con este pueril juego de palabras quiero demostrarte que sí, que efectivamente soy de «letras», de Filología Hispánica (Sección Literatura) por más señas, fraguado en Calderón, Valle-Inclán y Benet. Pero mis comienzos son de Filosofía y allá por el curso 80-81 (el del golpe de Tejero) tuve como profesor de Lógica y Filosofía de la Ciencia a Luis M. Valdés -hoy en la Universidad de Oviedo- que me adentró en las enjundiosas lecturas de la epistemología y la lógica. Recuerdo a Kuhn, W. Stegmüller, Bunge, Sacristán, Garrido, Bueno, Blasco (¡qué lástima la prematura pérdida de mi coterráneo!), Deaño (¡cómo recuerdo su introducción a los escritos de Lewis Carroll), etc.,y conservo de aquella época un anotadísimo libro, La estructura de las teorías científicas, de Frederick Suppe. Gracias, Pumby por remozarme viejas andanzas librescas.
Si bien me pilla a trasmano, intentaré lo de Plank, aunque sólo sea por contentar a un gato laureado por tan alto Instituto yanqui. Reciba los honores de un amante de los gatos…sobre todo si son de Cheshire.
«…En realidad, R. C. estaba orgulloso y eso me asombraba. Y… me sigue asombrando. Llamaba «deporte de la escopeta» a las prácticas de tiro o a abatir aves. O sea que pensaba que era una actividad lúdica, competitiva, bien justificada, con reglas. No le faltaba razón: la caza, por ejemplo, forma parte del proceso de civilización. Pero qué quieren: practicada ahora, en nuestra sociedad, me sigue pareciendo algo pretérito o postizo o algo que hiere mi sensibilidad animal. Exactamente como las corridas de toros. La tauromaquia es también una actividad tradicional y lúdica, con normas, incluso estéticamente peculiar. Sin embargo, me parece una práctica anacrónica, incluso extemporánea; una práctica en la que el hombre se prueba con animales, con finura o con ensañamiento, pero con un fin: abatir piezas…»
Sr. Millón, qué casualidad. Fue un profesor de aquel COU que cursábamos en 1975 quien nos descubrió a Lewis Carroll, con la introducción de Deaño. Fue el profesor que nos empujo a leer Alicia en el País de las Maravillas, lectura que nos descubrió al gato de Cheshire. Varios años después, cuando estaba sirviendo al Rey, un compañero soldado me pidió prestado mi ejemplar de Alicia (entre otros libros). Jamás me lo devolvió.
Gracias por sus enlaces, Don Arnau.
Comparto con usted don Justo ese sentido de «orfandad» en que nos sume la pérdida de libros cargados de nuestra íntima biografía. A lo que dijo Aub («somos de donde hemos hecho el Bachillerato»), habríamos de añadir, «y somos de los libros jque leímos en la juventud, en nuestra apertura al mundo ancho y ajeno, pero nuestro de los libros».
El tema que plantea el post puede que integre más conformidades que desaveniencias, aunque el tema añadido de la tauromaquia, don Justo, encuentra en mí un objetor.
Aunque imagino que muchos lo habrán leído quisiera traer aquí una referencia a la caza que hace nuestro maestro Ferlosio. En un momento de su artículo, «La guerra empieza en la fragua» (conferencia leída en el Ateneo Republicano de A Coruña), se refiere a la actividad predatoria de la caza diciendo:
«Los instrumentos confieren poder, y las armas confieren el mayor de todos los poderes: el poder de vida o muerte. Las sinceridades personales suelen ser desagradables y hasta obscenas, pero creo necesario, en este punto, evocar la experiencia del «placer funcional» del cazador, que conservo bien grabada desde mi adolescencia y juventud: la intensa sensación de poder o de dominio, como una sacudida, que porducía el skopós de fulminar en el aire una perdiz a quince o veinte metros sobre mi cabeza…».
Perdonen la aparición del término «skopós». Ferlosio lo utiliza desde la distinción de este vocablo griego con respecto a «telós», siguiendo al estoico Panecio.
Para mí ha sido esa asociación dicotómica la que me ha producido náuseas, al ver las imágenes de Bermejo y Garzón, empuñando sendas armas con cadáveres de animales a su alrededor. Más allá de la utilización torticera del PP, más allá de la perversas lecturas políticas y morales contra los dos personajes, que no comparto en absoluto y que abomino; más allá de ello, digo, esa imagen del «placer de dominio» unida a dos representantes de la justicia, me ha asqueado. No ha sido, precisamente La Escopeta Nacional, mi referencia visual, sino, más bien, La caza, de Carlos Saura.
Lo sabía, lo sabía… Sabía que, a cuenta de la pasión cinegética de políticos y jueces, se metería con la tauromaquia.
¡Me reservo!
Pero no puedo evitar la analogía, no es lo mismo querer ser torero que querer dedicarse a la caza. Lo primero es, casi, casi, como querer ser historiador. Lo segundo, una afición. Ambos, eso sí, pueden y deben pisar el terreno de la filosofía, de la vida.
Un abrazo taurófilo
Gracias, Arnau, ya me estaba, yo, arremolinando contra la “prensa canallesca”. No obstante, ahora en serio, me hubiera gustado que la noticia hubiese sido más comentada en los medios, precisamente en este momento.
Que no, Juan Antonio, que no, que no me laureó nadie, que me tocó en una tómbola… Y gracias por introducir al de Cheshire; un detallazo ;-)
No quisiera distraerme del tema central pero, Serna, has hecho una acotación que me ha llenado de incomodidad. Esto de la caza, considerada un “deporte” (¿dónde está el “altius, citus, fortius”?) y lo del toreo, un “arte” (“la tortura, ni es arte, ni cultura”, dicen – y subscribo – los jóvenes antitaurinos). Me explico: no me incomoda lo que has dicho; de hecho, como estoy “subscribidor”, también lo subscribo; me azora la normalidad con la que una sociedad acepta un acto brutal, destructivo y, esencialmente, violento, como algo normal, aceptable e incluso admirable.
Uno, siendo gato, se pregunta qué clase de sensibilidad personal e incluso ideológica puede tener un ser humano que no sólo justifica esas actividades sino que, como actor o espectador, participa de ellas. Personalmente, puedo justificar la caza sistemática como una forma primitiva de vida y puedo comprendo hasta la saña contra animales indefensos en sociedades taradas. Pero… “deporte”… “arte”… práctica usual… ¿cómo?…
No se si alguno de los contertulios ha escuchado alguna vez el mugido agónico de un toro en la plaza o ha visto los estertores de un ciervo mortalmente herido en el monte. Yo sí. Y ni la parte filosófica (la violencia, la brutalidad, la destrucción gratuita de vida), ni la práctica (sangre derramada, carne horadada, olores penetrantes hasta el mareo, seres vivos dislocados) me han impactado tanto como ese lamento postrero. No matan animales, asesinan vida. ¿Quién puede hacerlo? ¿Un sádico? ¿Un psicópata? ¿Un enfermo? ¿Un reprimido?… ¿Quién?
Bueno, perdonad, pero mi sensibilidad gatuna me ha hecho desbarrar con este pequeño ex-curso. Perdón. Sigamos con lo otro.
Don Ángel, permítame que le salude y me congratule de compartir con usted el amor por el «arte del toreo». He aprendido con algunos de sus artículos y con sus dos excelentes libros, La premsa republicana,y la Història del republicanisme a Catalunya. Y entre mis lecturas pendientes está su último libro editado por Alianza. No creo que cosechemos muchas afinidades en esto de los toros. Ya he leído la andanada de Pumby, y bien que lo siento. Comprendo todo lo que dice y hasta a mí me sorprende encontrarme deleitándome. Pero así es, he da soportar una cuota de brutalidad hacia la bestia, para asistir a un lance de arte extraordinario, que sé, prefectamente, que los antitaurinos, no ven. Cuando me enteré que Victor Gómez Pin era un taurófilo empedernido, sentí un íntimo estupor. He sido, y sigo siendo un lector fiel de su obra, y cuando lo conocí aquí en Valencia, en el Ateneo -aunque ya había departido con él algunas palabras en una charla que dió en una Galería del Barrio del Carmen sobre Proust y la ciencia-, dando una conferencia sobre el toreo, me quede estupefacto, de íntima admiración y respeto.
http://www.elpais.com/articulo/semana/Arte/matar/elpepuculbab/20080614elpbabese_6/Tes
Don Juan Antonio,
hemos sobrevivido a más andanadas. Pero esta vez Pumby lo pone fácil: ‘No matan animales, asesinan vida’. Los escrúpulos morales me merecen todos los respectos excepto cuando se empiezan a decir sandeces y a confundir animales, digamos no humanos, con personas.
Hasta ahí podíamos llegar.
Además, me voy a dormir que mañana tengo que madrugar.
Buenas noches
Por estos caprichos del azar, cuando colgué mi última intervención, no me había entrado la de Ángel, así que mi propósito no fue lanzar ninguna andanada contra él ni contra nadie en concreto. Era una reflexión sobre principios de humanidad. Por lo tanto, no me retracto de cuanto dije, obviamente, pero no me gustaría que se me leyera como si quisiera vituperar a ninguna persona definida.
Más aún. Entono el “mea culpa” porque quise hacer un pequeño ex-curso pensando, erróneamente que, por razones de criterio y altura de espíritu, más allá de otros criterios divergentes, entre los contertulios no abundaría la torerofilia(eso de taurofilia me parece un chiste de mal gusto para definir a los verdugos del toro). Yo, por mi condición de “provocator” rogaría a los “retiarios” que rápidamente se han lanzado a la arena para defender el arte del buen matar con dolor a un animal indefenso, así como a los jóvenes gladiadores/as que se rebelan en su contra, que no convirtiéramos un “post” tan interesante como el que Serna nos ha propuesto, en un circo donde dirimir la vieja pendencia española de torerófilos y taurófilos. No sólo no sacaremos nada en claro, es que nos perderemos el objeto principal del “post”. ¿No os parece?
Además, Isabel, en cuanto nos muramos cuatro viejos, la gente joven os podréis desembarazar de la costumbre bruta.
Gran ejemplo de católico este Ángel. Te pasas por el forro a Francisco de Asis ¿eh?…
Gran maestro de la tolerancia y el diálogo este Ángel, si. Sobre todo cuando el argumento es «la sandez» y la huida con el rabo entre piernas… ay, no, perdón, que confundo el culo con las temporas y «hasta ahí podíamos llegar».
Aunque tampoco esperaba menos de él. No puede hacerlo de otra manera. No da para más.
Hala, nene, a dormir y a madrugar, a ver si te ganas el pesebre.
Buenas noches y sueña con tu dios y con esos angelitos de las cuatro esquinitas de tu cama y te recuerdan lo extraordinariamente listo que eres, que eres un listo.
Por favor, señores (y gatos), tengamos la fiesta en paz. Estábamos hablando de caza (que ya tiene tela, el tema), pero no mienten ustedes la bicha del «toros sí/toros no», porque ya recuerdo que en otra ocasión se me eternizó un post en que los pullazos, los banderillazos y los estocazos se intercambiaron «a dojo» entre pros y contras. Hablemos de artes más éticas y estéticas.
La cosa se puso quasi violenta, y no quisiera ver el tema repetido. Si van a seguir hablando de ello, avísenme y hago mutis por el foro, hasta que toquemos un tema más amable. Es evidente que soy «anti», pero no quiero perder tiempo y energías en una discusión que, como bien dice Pumby, desaparecerá con los «pro». Jóvenes blogueros, tened paciencia. Todo se andará. Aunque yo no lo vea.
Por mi parte, Pumby, convengo en no seguir tratando en este post el tema de la tauromaquia. Sólo quisiera añadir una breve apostilla al tema: aunque amante del «arte del toreo» -así es como me gusta llamarlo porque así es como lo siento y lo vivo- no me verá en ninguna batalla contra los antitaurinos, ni en ninguna campaña proselitista. Huyo siempre de las «hordas», seas éstas de cualquier del signo. Yo quiero vivir con «naturalidad» mis inclinaciones estéticas y si ha de ser,veré desde la serenidad y desde la nostalgia, estoicamente, la desaparición de «la música callada del toreo», recordando -como siempre que puedo, con alguno de sus poemas- al gran Bergamín. Salud.
Vaya, menudo mamarracho dialéctico este Pumby. Yo casi prefería a Kant:-)
«Pero, bueno, regreso a R. C. La caza mayor era su ambición. Como la del ex ministro de Justicia español. Exactamente igual. Leo lo que dice Daniel Gavela en El País: «como cazador de larga trayectoria, siento una piedad enorme por el ministro Bermejo, a quien no conozco de nada pero en el que intuyo una pasión ciega y no sobrevenida por la caza, como corresponde a un tipo de pueblo». He leído un par de veces esas palabras y el artículo del que las he extraído, titulado «De una escoba salió un tiro». Confieso no comprender muy bien a qué alude. No me refiero al sentido político de la tribuna, que es una defensa de un ex ministro que ha cometido alguna falta y varios errores en el desempeño de su cargo. Ha cometido alguna falta y varios errores –ya digo–, pero no sé si se merecía la dimisión por aquélla o por éstos. O simplemente le han hecho pagar más de lo que debe. Resultaba sarcástico ver a Federico Trillo reclamando ostentosamente la dimisión del ministro Bermejo. Vaya, ahora que lo pienso también escribí un artículo sobre él y, de paso, citaba a un viejo amigo…
Punto y aparte, que me enredo. Digo que al leer el artículo de Gavela no he comprendido a qué se estaba refiriendo el autor con eso de la «pasión ciega y sobrevenida por la caza, como corresponde a un tipo de pueblo». Gavela confiesa ser también de pueblo, dando a entender que no hay ultraje alguno en esa calificación. Releo otra vez esas palabras. De repente también recuerdo que R. C. era –es– de pueblo».
Sr. Duarte y Sr. Planas, Àngel y Juan: no merece la pena…
«No matan animales, asesinan vida», escribió Pumby a quien repugna la tortura a un toro. Vida, yo leo vida. Incluso se disculpa, poco después por no contestar acorde a un comentario de otro y la respuesta es: «Los escrúpulos morales me merecen todos los respectos excepto cuando se empiezan a decir sandeces y a confundir animales, digamos no humanos, con personas.» Perdón, pero no lo entiendo ¿Quién ha confundido animales con personas? Cuando se mata a un animal ¿No se destruye la vida? ¿Sólo es vida la de los humanos? Qué argumento más raro para justificar una indignación sin sentido.
Comentaba hace días lo común que es el mundo al revés; siempre que alguien se duele, se ofende o se molesta y lo dice, la respuesta es una coz y, a toda velocidad, el ofendido es el otro, aquel a quien se le ha hecho el reproche que, en este caso, ni siquiera ha sido u reproche. En cualquier caso creo que, quien odia la tortura de un bicho no está haciendo daño a nadie, el otro sí y me parece asombroso ese exabrupto contra quien no soporta el lamento de un animal o alfombrar la pradera de cadáveres de ciervos y una falta de respeto absoluta mostrarse agresivo contra quien solamente expone su criterio.
Y, también como siempre: somos cuatro gatos (con perdón de Pumby) y ya hay dos bandos y hasta quien se solidariza con un «No merece la pena» ¿Cómo que no merece la pena, Paco? ¿Qué es lo que no merece la pena? ¿Discutir? ¿Rebajarse?… ¿A qué viene ese desprecio, esa especie de superioridad.
Pumby y Justo; Marisa… Han expuesto que no les gustan los toros, la caza, la muerte gratuita y ¡qué violencia en las respuestas! Es la misma que veo en todos los taurinos, cazadores, amantes de las peleas de gallos, de perros ¿Qué pasa? ¿Qué les pasa?
Pumby, también yo he visto y oído lo que ha visto usted y he visto los ojos de un animal que, dolorido, maltrecho y humillado, va a morir, pero también he visto esos ojos alegres en el campo y he sido querida por una vaca, por un toro y he jugado con ellos en plena libertad.
No me gustan las cacerías, los toros, ni nada que produzca un dolor innecesario. No me gustan, no me fío de las personas que disfrutan con el dolor ajeno, lo llaman arte y reaccionan de manera tan violenta como se ha visto aquí.
Estoy con Marisa, con Ana, con Justo y con Pumby. Ni me gustan los toros ni la caza. Aunque no se si el verbo ‘gustar’ sería el más apropiado para hablar de estos temas. Nos puede gustar o no un cuadro, nos puede gustar o no un libro… Los toros y la caza son temas que están relacionados con los principios y la moral, no con los gustos de cada uno. Insisto, te puede no agradar un cuadro y no por ello parecerte inmoral o carente de escrúpulos.
Transcribo aquí parte del magnífico artículo que Antonio Muñoz Molina publicó en El País el 14/06/2009 (puse ayer el enlace) y que comparto en su totalidad:
“¿Realmente hay mucha nobleza en el espectáculo de atormentar a un animal y de acabar con él no en ese instante de arte supremo que tanta emoción provoca entre los intelectuales de mi época, sino, como suele ocurrir, después de una repulsiva sucesión de torpes estocadas? Mentes selectas han decidido que las corridas de toros son alta cultura: no deberá extrañarnos que fuera de nuestro país mucha gente siga pensando que toda nuestra cultura son las corridas de toros”.
Paco: ¿qué es lo que no merece la pena?
Sr. Duarte: le parece una sandez la simple confusión (como usted dice) de “animales, digamos no humanos, con personas”. ¿Es que no ha visto a los toros apartarse las moscas con el rabo? A los toros le molestan las moscas como a usted (supongo). Intente clavarse una banderilla en la espalda, a ver que pasa…
Sr. Planas: el “mamarracho dialéctico” argumenta, razona.
Muy buenos días desde la otra parte de España!!!
Llevo cuatro horas despierto para poder llegar a un seminario en una universidad en la otra parte del país. Efectivamente, don Pumby, me fuí a dormir a la diez porque me tenía que levantar a la cinco. ¡Qué le vamos a hacer! También lo hice con el rabo entre las piernas. Pero eso no tiene ningún mérito. La naturaleza lo puso ahí. No tuve nada que ver en ello. En ocasiones es un inconveniente, y a veces, como ayer, por lo que parece una ventaja.
Me sigue pareciendo una sandez qe me pongan en la tesitura de ser «¿Un sádico? ¿Un psicópata? ¿Un enfermo? ¿Un reprimido?…». Pumby dixit. Frente a eso, doña Ana, lo de la «sandez», reconocerá, es pecata minuta. ¿Una coz? A lo más una caricia frente a la agresividad torquemadesca exhibida antes y después por su amigo. Vamos si lo considera agresividad recuerde aquello de la paja y la viga.
Por cierto, volviendo al tema. Nunca he sido cazador; en tiempos fuí excursionista. Y hoy, a las cinco de la mañana, al notar esa brisa helada en la cara me he sentido claramente tonificado. Ver amanecer y hacerlo al fresco, tiene su qué. ¿No será esa una de las razones que -si queremos entender a R.C. quizás haya que hacer un esfuerzo de empatía- lleva a los cazadores a salir de montería. ¿Darse una razón para sentir el aire fresco de la sierra?
pd. Pumby, gracias por lo de nene. Viniendo de usted es un cumplido.
Final del post:
«Si R. C., Mariano Fernández Bermejo y Daniel Gavela son de pueblo y por eso tienen una pasión ciega por la caza, entonces es que abatir fieras es algo rural. Vamos, que en el medio urbano no lo entendemos porque no nos queda el atavismo de capturar piezas para la supervivencia. La lucha por la supervivencia es la condición misma del orden natural, si queremos decirlo con un darwinismo salvaje. En efecto, el proceso de civilización suaviza nuestros conflictos y la violencia se sublima con otro tipo de competiciones o de objetivos. Por eso, la caza y otras artes de matar quedan como atavismos más o menos bellos que aún no escandalizan enteramente. Son un eco de lo que fuimos, un rescoldo de tiempos menos pacíficos. De la guerra también se puede hacer arte, ya saben. Es un conflicto con normas en el que las piezas a abatir son otras. O todas.
Si sigo los presupuestos de Gavela (la caza como algo de pueblo), la conclusión que extraigo es cada vez más incomprensible. Pero no irreal o infundada. El propio autor acaba su artículo con unas bellas palabras de aire nostálgico que me devuelven a R. C., al pasado, al atavismo: «En cuanto a la caza, poco que añadir. Hoy todavía no pido perdón. Nací en ambiente cazador y me curtí, siendo niño, en las partidas más bravas y furtivas del oeste leonés, entre Laciana, Fornela y Los Ancares. No está la caza para muchos tiros. No hay caza sin libertad y casi toda España es una finca parcelada en la que rumian pienso todas las especies. Tampoco gasten mucha pólvora contra los cazadores porque somos especie en extinción. Vamos a morir de fuego amigo o de tristeza».
La impresión que yo he tenido todo este tiempo, cada vez que veía al ministro Bermejo vestido para una montería, era la de la sorpresa: como ocurría con R. C., me asombraba su desenvoltura. Se hacía fotos para Jara y Sedal o se retrataba con las fieras muertas. En ellas no parece sentir inquietud alguna porque no comete un acto que la sociedad repruebe. De igual modo, si hubiera sido un taurófilo empedernido y le hubieran dejado, podría muy bien haberse retratado en la plaza, con un morlaco muerto a pocos metros, la pieza abatida por el torero. ¿Que a los toros se asiste de espectador y en la caza se va a disparar? Bueno, en ambos casos, lo que resulta bello y se contempla es la lucha del hombre y del animal, con resultado de muerte. Lo que me llama la atención es la indignación que las monterías de Bermejo provocan, su afición cinegética –su exhibición fotográfica–, y la poca repugnancia que las corridas provocan. ¿Nos habríamos escandalizado si hubiéramos visto a un ministro en la Presidencia de la Plaza, fumándose un puro descomunal y autorizando las suertes, si es que el destino mortal de un toro es una suerte?
Hacia el final de su artículo dice Daniel Gavela: «casi toda España es una finca parcelada en la que rumian pienso todas las especies». Ya no hay partida en donde cazar ni espacio en el que disputar por la pieza. Hemos pasado de los viejos montes comunales en los que los nativos mataban para la supervivencia a una propiedad circundada, cerrada –parcelada, finalmente–, en la que los animales rumian. Qué curioso: ésa era la tesis de E. P. Thompson en Whigs and Hunters…
España como un gran establo. No me disgusta esta imagen de Gavela, como tampoco me desagradan sus palabras, sensibles, solidarias con un cazador. Tiene, además, la finura de no hacer metáforas con el hecho cinegético, metáforas tan previsibles y ordinarias como las del «cazador, cazado» o las de «Bermejo abatido», titulares que he leído en otros medios. Pero lo mejor y lo más nostálgico es el final. «Vamos a morir de fuego amigo o de tristeza». Lean otra vez esa frase, por favor. Yo lo dejo ya por hoy, un poco más triste. Voy a ponerme a cubierto, que veo fuego cruzado, amigos.
Punto final. Haré todo lo posible por volver a charlar con R. C.»
Ana: yo no me solidarizo con nadie. Y de superioridad nada. Decir «no merece la pena…» para evitar una respuesta airada de Àngel es un deprecio por mi parte; decirle a la misma persona «No da para más» que es ¿un elogio?. Querida Ana, no me parece justo que me reproches a mi superioridad cuando simplemente he querido evitar males mayores.
Ana e Isabel: Discutir en términos razonables sí vale la pena (lo hacemos aquí a diario) ; «rebajarse» (Ana cita la palabra) y entrar en un diálogo con descalificaciones personales, a mí, personalmente, no me merece la pena. De todas formas, cada cual (en este caso Àngel y Juan) es libre; solo era un consejo.
A todo el mundo: yo recomendaría -un poco tarde, es cierto- a todo el mundo (iba a decir a Justo pero en verdad el tema lo han sacado otras personas) intentar evitar -en la medida de lo posible- el tema taurino. Lo digo porque solo hablamos de toros una vez al año en este blog, pero cuando lo hacemos, siempre se solivianta alguien y siempre se hieren sensibilidades.
En el fragor de la calentura por las barbaridades (“Dicho o hecho necio o temerario” DRAE) vertidas por algunos sujetos a los que no puedo catalogar más allá de individuos de inteligencia fracasada (Marinas, dixit), igual me excedí. Gato escaldado, ya sabéis…
No obstante, el hecho de que Juan Antonio disienta conmigo y no por ello tenga que mostrarse como un grosero, atienda a mis razones sin por ello renunciar a las suyas, sea capaz de establecer un diálogo o aceptar la propuesta de dejar de lado éste, cuando participa puede lanzar dardos inteligentes contra mí y, con todo, no pierde el buen humor, ya está indicando que, a la postre, el tema debatido no era tan importante. Tal vez lo haya sido más descubrir en su salsa intransigente – muy alejada de la imagen pública que quieren dar – a Ángel y a Juan (bueno, también al aspirante, aun capullo, a intelectual “de reconocido prestigio”).
Llegados al punto en el que el laureado profesor cita su pene como argumento de autoridad y el plúmbeo poeta :-) nos trae a colación Kant, no se para qué, presento mis excusas al resto de los contertulios (a ellos no, obviamente; son unos impresentables y como impresentables los dejo), agradezco a las señoras (unas mozalbetas todas, seguro, que la juventud no sólo se lleva en el cuerpo), le agradezco a Juan Antonio su caballerosidad e inteligencia para dejar conjuntamente el tema taurómaco e insisto a todos para que sigamos con lo que Serna nos ha propuesto.
Hay una cosa que no entiendo: ¿por qué en España las corridas de toros son un arte y las peleas de gallos están prohibidas? ¿Por qué son ilegales las peleas de perros? ¿Por qué las mismas personas que vibran en el ruedo giran la cara con asco ante una pelea de gallos? No alcanzo a entender el criterio que se utiliza para proteger unas y prohibir otras.
¿Evitar el tema taurino? ¿O sea que de caza podemos hablar, de «ministros abatidos» también, pero no podemos mencionar la fiesta de los toros porque se hieren sensibilidades? Yo pediría simplemente que guardáramos la compostura verbal y que no se ultrajara a nadie con dicterios innecesarios. Aunque, ahora que lo pienso, tampoco me voy a poner melindroso: son puyazos, estocadas o escopetazos muy corrientes. O cornadas.
Plas, plas, plas ¡ole!
Pero qué agradable brisa de cornadas y puyazos… Qué caudal de ideas brillantes… Qué amasijo de síntesis… (Ya decía Bataille que la síntesis es lo más alejado de la virilidad necesaria al conocimiento. Léase en su contexto u olvídese. Será lo mejor para alguno)
Pero no hay nada que callar. Los toros nunca me gustaron. Jamás fui de caza con más munición que mis (plúmbeas, por supuesto:-) palabras. A qué, pues, tánto alboroto.
Lo insoportable es la delicuescente y pertinaz (como la sequía) perseverancia en repetir monódicamente unos pocos clichés estereotipados (y barriobajeros) para labrarse -como sea, a toda costa- un discurso progresista en el erizado lomo de las afinidades ajenas. Pero hasta aquí llego. Me voy a seguir cazando palabras (para convertirlas, luego, en ideas. No es fácil:-)
PD.- En mi próximo libro -y aquí próximo significa, literalmente, el último que he escrito- les dejaré una sentida muestra de reconocimiento en su apartado final de notas y homenajes. Nota colectiva que les adelanto que ya está escrita y que, por lo tanto, seguirá ahí pase lo que pase en el tiempo diferido que transcurra hasta su publicación. Siempre me fue muy útil este lugar -como ya sabe el Sr. Serna- para encontrar aliento -no elogio- cuando flaqueo. Cosa muy habitual, por cierto.
«…La precisión es siempre una verdad a medias, una fractura / de los sentidos, una brecha que presentimos irreparable / cuando una simple gota de sangre nos recorre la espalda / y ni siquiera recordamos el lugar exacto, el origen de la herida».
http://jplanas.blogspot.com/2009/02/os-dejo-un-adelanto-del-nuevo-libro-que.html
Noto que hemos empezado bravos e incluso broncos y que esto, al final, cobra un tono melancólico, levemente triste.
Cuando menos
No me gusta la violencia, ningún tipo. Creo que en eso me parezco a David P. Montesinos, según colijo (jo, vaya «palabro» me ha salido) de su último post aparecido en su Cueva del Gigante. Acepto verla o presenciarla, bien cuando no tengo más remedio, bien para analizarla, y no me siento nada orgulloso de las veces que la he empelado (muy pocas en mi vida, lo puedo asegurar).
A los animales intento tratarlos como a las personas, con cariño y respeto. Incluso evito matar insectos, cosa que solo hago en defensa propia o por miedo.
Por todo eso no me gusta la gente que practica la violencia, o que disfruta con ella. Seguramente será un prejuicio, pero me choca ver a un juez y a un ministro empuñando un arma(y es cierto lo que plantea el señor Serna, el shock no es exacamente el mismo que verlos en una plaza de toros, aunque también tomo nota). Para mí, matar (en general) es algo ingrato, que no deseo hacer. Acepto que a otra gente le guste e incluso que le de placer, pero descubrir esa faceta en una persona que conozco me hace ya mirarlo, como mínimo, con otros ojos. No lo puedo evitar. No es que deje de dirigirle la palabra, o que deje de tenerle aprecio. Simplemente se me aparece de otra forma. Y ya les digo, será un prejuicio, pero si es alguien del que tengo buena impresión, conocer que caza me decepciona; si es alguien del que tengo mala opinión, conocer que caza me confirma esa impresión. Qué le vamos a hacer.
Hombre, Don Lillo. Perseguir hasta aplastar una cucaracha nocturna por entre los cacharros de la cocina no deja de ser repugnantemente reparador, todo un consuelo, vamos:-P
Hombre, señor Planas, ya tenía yo ganas de intercambiar acertijos con usted :-) Dios me libre de las cucarachas, qué asco, yo persigo tijeretas. Son mucho más elegantes y estilizadas.
Justo, no es melancolía ni tristeza, es aburrimiento. No puedo soportar tan largas discusiones sobre la tauromaquia, que por ser tema tan violento, acaba llevándonos a la violencia verbal, cosa que deploro.
Cuando aún era incipiente la desviación del tema, de la caza a los toros, ya les adevertí: no sigan por ahí, que nos vamos a liar. Y así ha sido.
Y dicho esto, me vuelvo a apartar del tema, esperando mejor ocasión. Un saludo a todos, los antis, los pros y los neutros.
Por mi parte, lamento en primer lugar irrumpir de nuevo de manera urgente y dejando a los contertulios con la palabra en la boca, pero así está siendo esta semana. En fin, disculpas a todos -excepto a Pumby, por supuesto-, por el tono alcanzado en determinados momentos. Convengo con Justo que se puede y se debe hablar de todo. ¿Por qué no de toros? Porque provoca aburrimiento y provoca aburrimiento porque el tema es violento. El tema ¿o los opinantes? En estos momentos hay, en las sociedades occidentales tres grandes veneros de la intransigencia, del llamar al discrepante ‘assassins’ (tipo Llach) y al mismo tiempo tildarles de arrogantes y presentarse ante el respetable como víctimas de la prepotencia de los que somos genuinos criminales: el antiabortismo, el animalismo (político me refiero, tipo PETA) y el nacionalismo. Bueno, podría citarse también el fundamentalismo islámico. Son los grandes principios por los que se pueden llegar a matar personas en nombre de embriones, ratones, extranjeros e infieles.
Sé porqué le irrito tanto, don Pumby, reléase mis entradas: son meramente un espejo que le reflejan.
Buenas tardes
En el pasado tuve una novia cuyo padre era cazador. Yo sospechaba que mi romance con su hija no le hacía ni puñetera gracia. Me llegaron noticias de que era un tirador de élite, una escopeta infalible…El día que me presenté de galanteo en su casa, pasé a la cocina y departí amigablemente con la madre. Yo andaba algo inquieto la verdad. De pronto apareció él, por la puerta trasera, enfundado como Franco en el No-Do con todo el aparataje cinegético, el escopetón, las botas, la cartuchera y cara de bastantes malas pulgas… En la mano izquierda portaba una bolsa que chorreaba sangre. Se dispuso a abrirla sobre la mesa de la cocina sin dirigirme más que una mirada de soslayo y recuerdo perfectamente las dos cosas que pensé: una fue «ahí van las cabezas de los últimos pretendientes de su hija», la otra fue -sigamos homenajeando a Updike- «corre, conejo». Pero no huí, qué heroico me siento al recordarlo, y de la bolsa salió todo un bestiario sangriento de cadáveres de liebres, perdices y todo tipo de infortunados habitantes de los montes.
-«¿Qué? ¿Ha anat bé la caça?», pregunté con una cara de gilipollas que ustedes no imaginan.
-«… He tingut dies millors», me contestó.
Como pueden ustedes imaginar preferí no expresar en aquel momento mis reservas contra la cultura cinegética. Ya les cuento otro día si me casé con su hija.
Bueno, me dejo de anécdotas, solo quería relajar un poquito el ambiente que, creo, se ha caldeado en exceso. Sinceramente, me parece que algunas susceptibilidades se han despertado antes de hora, pero como tampoco soy invulnerable a la cólera, evito dar lecciones a nadie. El post no lo tematiza expresamente, pero escuchando a mis familiares o a mis compañeros de trabajo, creo que las cuestiones que ponen sobre la mesa los últimos acontecimientos podrían ser estas.
1. ¿Es legítima la sospecha de prevaricación -ojo a la palabra, que la acusación es gravísima- que han expresado algunos miembros del PP, teniendo en cuenta que en la montería participa el Ministro de Justicia y el Juez que instruye un caso de corrupción contra el primer partido de la oposición?
2. ¿No es preocupante que un Ministro de Justicia se escude en el desconocimiento de la ley para violarla? (Bermejo tiene licencia de caza, pero no para cazar en la comunidad andaluza: «no caí en la cuenta de que estaba en Andalucía y no en Castilla», dijo)
3. En el caso de que la presencia de docenas de personas en la montería disolviese la sospecha del PP de intrigas y conspiraciones, ¿es edificante la imagen de los prohombres de la patria dedicados a una montería de caza mayor? (Les remito a la viñeta de hace unos días de El Roto: un hermoso y enorme ciervo se desangra en el suelo mientras dice: «será un gran juez, pero a mí me ha ejecutado sin juicio»)
4. Y la gran pregunta, la que relega a un segundísimo plano todas las demás, por más que los líderes populares se empeñen en lo contrario: ¿importa algo si Bermejo caza o si Garzón es socialista ante la sospecha cada vez más insoportable de que en el entorno del PP de Madrid y de Valencia se trafica con influencias y dineros?
4
«pensando, erróneamente que, por razones de criterio y altura de espíritu, más allá de otros criterios divergentes, entre los contertulios no abundaría la torerofilia(eso de taurofilia me parece un chiste de mal gusto para definir a los verdugos del toro)».
Perdone, don Pumby, pero disiento. Lo de colocar a un lado el criterio y altura de espíritu y en el opuesto a la taurofilia es una solemne bobería. Acepto que no le gusten los toros ni la caza. Acepte usted que a mi sí me gustan y no por ello carezco de criterio y altura de miras.
Espero que, cuando menos sea usted vegetariano, porque todos los animales, incluidos los que nos comemos,sufren cuando mueren (no sabe, por ejemplo, que en USA primero despluman a los pollos y luego los matan?). Aunque, ya puestos, y los derechos de los vegetales?. No tienen acaso vida? Pues, entonces, también tienen derecho a ella.
La última, que no se me olvide, y ya les dejo en paz. Hay que tener cara -esto no es pregunta, es afirmación- para insistir tanto como el señor Trillo en pedir la dimisión del Ministro Fdez Bermejo… o cualquier dimisión. Lo del Yakolev no fue lo mismo, claro, es más grave lo que hace el oponente, luego se quejan de la desafección de la gente hacia los partidos políticos. Manda huevos, sí. Qué putada, por cierto, qué haya dimitido, unas horas de protagonismo para el shakespeareano diputado que se van al traste.
Acabo de llegar de mis vacaciones de “Antroido”, entro en el blog de Justo y veo que algunos contertulios se enzarzaron en una disputa sobre el maltrato a los animales, parece que algunos defienden esta postura. Iba a contestar pero ya antes mi amiga Ana Serrano expuso lo que pienso del tema, así que poco puedo aportar a lo que ella escribió. Mucho antes que ella, un gran escritor, Larra, se opuso en sus artículos periodísticos tanto a la caza como a las corridas de toros. Como parece que este último tema levanta sarpullidos, copio algunos fragmentos referidos a la caza:
“No puedo hallar otro origen a la diferencia que el hombre establece entre matar hombres y animales que su infinito amor propio; sin embargo, hay animales que valen más que hombres, y hombres que deberían darse la enhorabuena si no fueran más que animales”.
Larra suscribiría las palabras de nuestro gatiño Pumby, ¿no os parece?
Por muchos motivos, uno de ellos el profesional, no me gusta el maltrato a los animales, sobre todo si son débiles. El otro día me paseaba una hormiga por los dedos y la puse suavemente en el suelo. La hormiga siguió su camino, quizá asombrada de seguir viviendo. No me lo dijo, pero en su mirada, lo intuí. Yo soy así.
Ahora bien. No perdono a una pulga o a un piojo, porque ambos me chupan la sangre y mientras pueda, ningún chupasangres quedará impune. Los aplastaré entre mis dedos, aunque se queden manchados con sangre. Con mi propia sangre.
David P. Montesinos y Arnau Gómez nos relatan casos bien personales y aparentemente intrascendentes. Son historias muy distintas y cotidianas, pero tienen una dimensión terrorífica y aleccionadora, de una dureza bien palpable. O quizá por ello: porque son cotidianas. Con las hormigas, no sé por qué, me sucede lo que a Arnau: no me dan asco. Supongo que le pasa a mucha gente: las hormigas comunes tienen buena prensa. En cambio, sólo de pensar en pulgas y piojos me entra un prurito y empiezo a rascarme.
David P. Montesinos habla del padre de una novia que le daba miedo con su ostentación: mostraba sin reparo alguno las piezas abatidas. Eso es lo que no acabo de entender de los cazadores: que no sientan incomodida alguna. Aunque tengan los papeles y las licencias en regla.
Por otra parte, le agradezco a Fuca el regalo de Larra. Aún recuerdo cuando para ‘Diario de un burgués’ –como contraste y complemento– transcribíamos ciertos pasajes del gran periodista en los que describía un festejo taurino del siglo XIX. Imborrables.
Para (por orden de aparición)Pumby, Marisa, Justo, Isabel, Alejandro, Fuca (que creo que ya los conoce)y Arnau.
http://www.emboscados.com/foro/viewtopic.php?TopicID=1195
http://www.emboscados.com/foro/viewtopic.php?TopicID=531
Mira, Claudia, no voy a volver a empezar con el tema pero sí te voy a hacer una pequeña reflexión.
Dices: “Lo de colocar a un lado el criterio y altura de espíritu y en el opuesto a la taurofilia es una solemne bobería”. ¿Tanto te hubiera costado escribir?, por ejemplo: Lo de colocar a un lado el criterio y altura de espíritu y en el opuesto a la taurofilia “considero que” es una solemne bobería.
Ese “considero que” expresa tu opinión y de eso se trata ¿no?, de saber lo que tu piensas. Cuando no lo usas, conviertes tu frase en algo categórico y, por lo tanto, no expresas tu opinión sobre el tema que nos ocupa sino que me describes peyorativamente de forma absoluta y sin matiz. O sea, que soy solemnemente bobo. Cuando se argumenta con insultos – que es otra forma de violencia muy acorde con los gustos toscos – es muy fácil que consigas o una ostia en medio de la cara, si el insultado te tiene a mano y no es un caballero, o una respuesta airada de grado superior al que tu proferiste, por ejemplo, “…y tu una gilipollas integral”. Ambas reacciones, como tu comprenderás, son muy humanas y bastante incómodas. Especialmente para ti.
Como no has llegado al nivel de mequetrefe integral ni te hundes en las imposturas intelectuales de otros, puedes corregirte y defender lo que consideres defendible sin insultar y con argumentos. Bueno, digo argumentos, no falsos sofismas que, a la postre es lo que haces cuando sacas a los pollos desplumados y el sambenito del vegetarianismo como criterio de autoridad. Busca algo de más enjundia. Y procura que no sea metafísico.
En cuanto a tu criterio y altura de miras, ya las has demostrado con tu intervención, gracias.
Ana, gracias por esos links. Gracias al resto que expresó su opinión con sensatez. Creo que queda en la conciencia y la humanidad de cada cual la razón y la sensibilidad con la que se ubica en el universo y se define como persona.
Me parece que los frentes que rompe David son más que suculentos como para seguir en el albero. Especialmente hoy en que el nombre del tesorero del PP salta a la palestra de los imputados. Frente a las dudas de si eran “cuatro chorizos” que se querían aprovechar de “algunos militantes” del PP (como el argumentario de ese partido repartió entre sus cuadros), de pronto, aparece en todo su esplendor el sistema financiero del partido conservador. Entre los “chorizos”, pues, ya podemos encuadrar, no a esos “militantes” despistados sino a la parte orgánica del PP. Más aún, a la columna vertebral del partido: su economía. Y esto no ha hecho mas que empezar. Por cierto a Fabra le han pillado otra conversación… inadecuada… Cuánta razón tenía Rajoy: “¡joder, qué tropa!”
Gracias, Ana. Preciosos regalos.
Te doy las gracias yo también.
Esta tarde que podré estar en casa, lo leeré tranquilamente.
Un beso
[…] 26, 2009 · No hay comentarios Uno, siendo gato, se pregunta qué clase de sensibilidad personal e incluso ideológica puede tener … No se si alguno de los contertulios ha escuchado alguna vez el mugido agónico de un toro en la […]