La socialdemocracia

socialdemocraciaycapitalismoLa socialdemocracia. En el pasado, la voz socialdemocracia tenía prestigio entre sus afines, pero no tenía valor entre los socialistas más extremados, que empleaban dicha palabra como reproche que lanzar a los rivales internos. Durante mucho tiempo, entre los comunistas, calificar a alguien de socialdemócrata era poco menos que un insulto: un vendido al capitalismo. Entre los estalinistas, era equivalente a socialfascista, un monstruoso híbrido político, una aleación de lo más odiado, una figura hecha con los restos de los enemigos.

Se ha dicho muchas veces: la socialdemocracia nace en la segunda mitad del siglo XIX. Cuando aparece la voz, socialdemócrata es equivalente a socialista y es la adjetivación habitual en Alemania, en Rusia o en los países escandinavos, justamente cuando se constituyen los partidos políticos de las clases trabajadoras. Más adelante, la oposición a las bases del marxismo hará de algunos socialistas, militantes propiamente socialdemócratas. Por ello, la socialdemocracia  se identifica con el socialismo democrático, reformista, gradualista, aquel que tiene como metas la justicia social y los derechos políticos. Se oponía al conservadurismo, al liberalismo y a la revolución inspirada por el marxismo.

Pero la suerte de la socialdemocracia fue desigual. El siglo XX es, entre otras cosas, la centuria de las guerras, de la nacionalización, de los fanatismos, de las atrocidades ideológicas. La socialdemocracia no fue un alma bella que permaneciera incólume, sin tacha, sino que fue una corriente con comportamientos circunstanciales variados. De acuerdo con contextos violentísimos. Los socialdemócratas tuvieron comportamientos dignos e indignos, valerosos y entreguistas. Y, sin duda, la presión del izquierdismo externo o la maquinaria del partido interno no les hicieron mejores que a otros, aunque a ellos, a los socialdemócratas, debamos logros políticos que hoy nos parecen evidentes. Con variaciones y matices, propugnan una cierta redistribución de la riqueza y una mayor igualdad dentro de la economía de mercado; postulan también una intervención limitada del Estado que salve la democracia política y que favorezca  el bienestar, las oportunidades sociales. No les voy a dar una lección sobre esta corriente. No me voy a poner profesoral. Simplemente resumo lo archisabido, dejando fuera muchos matices que deberían hacerse: matices que mejoran o empeoran la historia de la socialdemocracia.

PaoloFloresPaolo Flores d’Arcais. Siglo y pico después se habla de crisis de la socialdemocracia. ¿Es así? Habrá que seguir hablando de la socialdemocracia, en efecto. El pasado domingo 25 de octubre leí en El País un artículo de Paolo Flores d’Arcais sobre su crisis, sobre su presunta o real crisis. Lo titulaba La traición de la socialdemocracia. Habrá que seguir hablando, sí.  Con Paolo Flores d’Arcais y con otros. Normalmente me satisface lo que escribe este ensayista italiano. Sin embargo, el artículo del domingo en El País me pareció muy facilón, demasiado simple. ¿La traición de la socialdemocracia? ¿Ah, pero hubo unos viejos buenos tiempos en que las cosas funcionaban admirablemente? La historia de esta corriente es muy compleja y, sin duda, no se limita a un pretérito mejor.

Parece mentira que diga eso, lo de la crisis actual, alguien que conoció a Bettino Craxi y a toda una generación del PSI que se hundió hace un par de décadas tras la corrupción y las malas maneras. Flores d’Arcais cita dos o tres momentos que serían simbólicos en la historia brillante de la socialdemocracia (la creación del Estado del Bienestar o, también, Willy Brandt de rodillas en Varsovia). Según él, hoy las cosas son muy distintas. Pero creo que los reproches que le hace a los partidos socialdemócratas actuales (que si son establishment, etcétera) son pegas que podrían haberse planteado igualmente hace varias décadas…, cuando la socialdemocracia iba viento en popa.

Las elecciones son una cosa y la maquinaria de los partidos es otra. ¿Son inutilizables los partidos socialdemócratas? Sí, dice Flores d’Arcais. Por ser partidos-máquina. Yo no creo que la cosa sea tan simple. La experiencia de «nuevos partidos» es generalmente desastrosa o, al menos, repite los vicios anteriores. Aquí lo tratamos cuando hablábamos de Ciutadans o de Unión, Progeso y Democracia, organizaciones que nacen –según dicen– para regenerar la democracia y que suelen reiterar el funcionamiento de los viejos organismos. Pongamos un contrajemplo. El Partido Popular ha ganado con suficiencia electoral en la Comunidad Valenciana. ¿Por qué? ¿Porque es un partido de mayor democracia interna? No es ése el factor. El asunto es más complejo, sin duda. Al PP valenciano no le ha hecho falta mejorar el funcionamiento de su aparato (o la democracia interna) para arrasar electoralmente. Elecciones y democracia partidista no son equivalentes. Igual que se pueden ganar votaciones y comicios sin grandes principios, sin disponer de convicciones profundas.

Paolo Flores d’Arcais habla a partir de su propia experiencia: la desastrosa experiencia de la izquierda italiana en la posguerra y después, con un Partido Comunista poderoso e institucional, relativamente alejado de Moscú, y con un Partido Socialista minúsculo secuestrado finalmente por una oligarquía funcionarial, dispuesta a sobrevivir y a enriquecerse. El Estado italiano y la corrupción, la Mafia y el parlamentarismo reciamente partidista provocaron el cataclismo de esa izquierda. Y la televisión; y el fútbol… La opción política de Silvio Berlusconi nace en ese contexto como un movimiento que presuntamente superaba los vicios de la partitocracia.

Como antes decía, las ideas de este ensayista han sido generalmente muy provechosas. Desde antiguo reivindica al individuo, un valor que ha de asumir la izquierda, según precisa. Recuerdo su libro El desafío oscurantista. Ética y fe en la doctrina papal (1994),  un volumen imprescindible para entender la retroceso moral de la Iglesia católica con Juan Pablo II. Recuerdo su Hannah Arendt. Existencia y libertad (1995), un librito indispensable para pensar la idea de responsabilidad. Flores d’Arcais ha sido y es un referente para la izquierda después del estalinismo, decidido crítico de los atavismos socialistas, socialdemócratas y comunistas. Por eso, recuerdo especialmente una obra suya de largo aliento: El individuo libertario (2001). Tenía un título quizá algo confuso.

Ese libertario lo asociamos a lo ácrata. Pero no: en realidad, era una herencia del libertarismo de los ochenta, una opción radical que algunos liberales y socialistas asumieron para acentuar sus propias tradiciones o para cambiar ciertos tics de sus respectivas tradiciones. Lo libertario es lo que no se ciñe, lo que no se somete, lo que desborda los límites. Aquello que va más allá del Estado.  Ese libertarismo tenía y tiene resonancias de Friedrich Nietzsche. «Allí donde termina el Estado comienza el hombre no superfluo», leemos en Así habló Zaratustra. «Allí comienza la canción de lo necesario, el estilo único e insustituible. Allí donde el Estado acaba –¡mirad allí, por favor, hermanos! ¿No lo veis, el arco iris y los puentes del superhombre?», concluía Nietzsche.

RepublicanismoEl individuo. Paolo Flores d’Arcais reivindica «el hombre no superfluo», el individuo que se moldea porque no tiene restricciones que lo ahoguen o carencias que lo aplasten. ¿Y qué tiene que ver esto con la izquierda o con la socialdemocracia? En su libro El individuo libertario había un apartado que se titulaba «Izquierda quiere decir individuo». Señalaba una cosa muy interesante, sugestiva aunque quizá utópica y bienintencionada. Los socialistas han hecho del colectivismo su seña de identidad, decía. ¿Por qué no pensamos al revés la cuestión? La izquierda ha de asumir el Estado limitado y ha de asumir la legalidad de la democracia representativa. 

«La legalidad es el poder de los sin poder e incluso su bien material por excelencia», decía. «Donde impone su ley el clan mafioso, o la banda juvenil, el restablecimiento de legalidad constituye incluso elemental liberación frente a la devastadora e inadmisible alternativa: la sumisión a la lógica de la violencia organizada o el heroísmo insensato en una cotidianidad hobbesiana. Pero sin llegar a tanto: cada corrupción o prevaricación impune, cada derecho vulnerado, cada denegada justicia constituye explotación y empobrecimiento de los sin poder».

La ley es es el mejor instrumento de protección de los débiles. Y si hay algo débil es el individuo. O en sus propios términos: «La izquierda hasta ahora ha fracasado, y sigue fracasando, en la tarea de abordar esta esencial cuestión. Por tanto hay que reinventar la izquierda. Y, a la vez, la izquierda no tiene necesidad de inventar nada en absoluto. Izquierda quiere decir, en efecto –hoy como ayer, hoy más que ayer–, estar de la parte del más débil, del más frágil, del más indefenso, del más expuesto, del más en peligro. Si esto es verdad, entonces izquierda quiere decir individuo«. O con otras palabras: «la política de la izquierda es, pues, la política que tiene como objetivo constituir a todos y cada uno en individuos autónomos, y entregarles, de forma irrevocable y no fictica, el control de las instituciones».

Sí y no, diríamos respondiendo a Flores d’Arcais. El control de las instituciones entregado a individuos autónomos y responsables (que es con lo que soñaba la principal inspiradora de Flores d’Arcais: Hannah Arendt) es un noble ideal que ignora el fuste torcido de la humanidad: nuestra mala cabeza, nuestra naturaleza inconstante y egoísta. Somos individuos con intereses contrapuestos. En los partidos hay intereses contrapuestos. ¿Alguien imagina que esos intereses desaparecen? No es pensable. Lo que sí es pensable es una organización sometida a controles legales que impidan el máximo despilfarro o el juego exclusivamente oligárquico. ¿Se ha conseguido? Bueno, llevamos décadas en ello. Mientras tanto, algunos se aprovechan, desde luego.

El problema del individuo libertario concebido por Flores d’Arcais o del individuo responsable de Hannah Arendt es que sus autores lo plantean desde el ideal del ciudadano republicano y virtuoso. Virtuoso. Qué casualidad, una posición muy cercana a la del Rodríguez Zapatero que profesaba el «republicanismo» como no explotación (Philippe Pettit). Qué curioso: una de las entrevistas más lisonjeras e inteligentes que se le hicieron al actual presidente español la firmaba Paolo Flores d’Arcais. Tal vez veía en Rodríguez Zapatero y en su partido una regeneración imposible en la izquierda italiana. Qué cosas.

Hemeroteca del día

JS, «Abusos»,

Trato en dicho artículo de los lamentables abusos que se dan en el seno de los partidos, esas instituciones a la vez tan necesarias. Lo que postulo es algo tan simple como el principio de legalidad.

Imagen del día

Esperanzanopierdeelequilibrio

¿Qué indica? ¿Que Esperanza Aguirre es capaz de acudir a los Teatros del Canal en plena crisis del PP por Caja Madrid? ¿Que la tragicomedia que representa  por fin ha llegado a las tablas? ¿Que su seguridad es tal que puede iniciar unos pasos de danza manteniendo el equilibrio, dicho todo en su sentido metafórico más pedestre? Lean el pie haciendo

En dicha fotografía llaman la atención dos cosas. En primer lugar, el cortesano que la acompaña,

70 comentarios

  1. Hombre, Serna, tildar de “facilón” (sic) el artículo de Paolo Flores d’Arcais igual es un poco exagerado ¿no crees?. Coincido contigo en que aunque también para mi es un autor de mi preferencia, no por ello comulgaremos con piedra de molino. Pero no veo esa piedra por ningún lado. Por eso me extraña tu opinión. Al menos yo, personalmente, no leí que Flores d’Arcais encontrara ningún tiempo en que la socialdemocracia funcionara como los socialdemócratas fantasean, o sea, bien; sino que apunta a los momentos en que la socialdemocracia pudo, pudo, haber generado una inflexión en la sociedad, en la izquierda y en su propio caminar errático. El autor, creo, habla más de las oportunidades perdidas, que no de la presunta Edad Dorada socialdemócrata.

    Si lo anterior entra dentro de lo discutible, donde me lanzo a discrepar es en la cuestión de las elecciones y las maquinarias de los partidos. Si nos ubicamos en Europa, unas y otras son inextricables. Tal vez el problema es considerar como una “conditio sine qua non” la democracia interna como algo necesario para ganar unas elecciones. Y, en efecto, no, no lo es. Ganar unas elecciones se hace con un partido diseñado para tal fin. Lo de la democracia interna lo dejaremos a quienes les quede alguna idea en la cabeza, no para quien quiere alcanzar el poder. Precisamente, eso es lo que diferencia al PP del PSOE. El primero no tiene democracia interna pero funciona como una seda; el segundo tampoco la tiene pero es una calamidad. Ambos, como dice el autor que comentamos, son partidos-máquina (y partidos-autobús), con un número muy limitado de ideas que a duras penas nadie cuestiona. El primero gana elecciones como consecuencia del funcionamiento de su partido que atrae a parte del cuerpo electoral y el segundo, cuando las gana, lo hace por la afluencia de los electores a sus papeletas (en un número considerable, con las pinzas en la nariz) dada la chapuza organizativa del mismo.

    En el caso del PP valenciano – que he seguido muy, muy de cerca, diría… muy internamente – se da el paradigma de lo expresado. Desde la “Operación Ciempiés” de principios de los 90 por la cual el PPCV capta militantes y líderes locales y universitarios del PSOE (e incluso ¡de la extrema izquierda) hasta la desastrosa dirección de Rajoy y la alocada aventura de Camps, el PP no se ha conmovido a pesar de la patulea de impresentables que lo caracteriza en esta última legislatura. Los tres presidentes de las diputaciones, por ejemplo, parecen personajes de historieta, Fabra, Rus y Ripoll ¡menudo trío de impresentables! Sin embargo, el partido aguanta. Ello, en la época anterior a la entrada del grupo de Valladolid (donde está Aznar y su gente), hubiera sido, sencillamente, impensable. El PP se hubiera disuelto, literalmente. En cambio ahora no, ahí está y ganando votos ante la estulticia del partido socialdemócrata y sus dirigentes (salva sea la secretaria general de Alacant, afirmo)

    No se equivoca, pues, Paolo Flores d’Arcais. Otra cosa es que duela lo que dice. En la capacidad para que los socialdemócratas digan «sí, nos equivocamos, así no se hace», estriba la pervivencia de ese movimiento en sus bases fundacionales (básicamente, la igualdad, libertad y fraternidad de los liberales compatibles con la justicia social del socialismo) El caso comunista – las barbas de tu vecino… – es bien significativo al respecto, persistieron en el “erralla y no enmendalla hasta que han sido barridos del panorama electoral. Los socialdemócratas apuntan maneras en esa misma dirección, aquí no rectifica nadie, hay que “sostenella”. Y así les va.

  2. Pumby: ¿»La estulticia del partido socialdemócrata y sus dirigentes (salva sea la secretaria general de Alacant, afirmo)»? ¿Y por qué salva a la secretaria general de la provincia de Alicante? ¿Es el único dirigente que recuperable del PSPV? ¿Y la gente de Volem i podem?

    Si admitimos con Flores d’Arcais en su artículo confuso que los partidos socialdemócratas son establishment y por ello irrecuperables, ¿entonces emprendemos la voladura? Dice Flores d’Arcais: «No resulta difícil, por lo tanto, delinear un proyecto reformista, basta tener como estrella polar el incremento conjunto de libertad y justicia (libertades civiles y justicia social). Es imposible realizarlo, sin embargo, con los actuales instrumentos, los partidos-máquina. Porque pertenecen estructuralmente al «partido del privilegio». No pueden ser la solución porque son parte integrante del problema». ¿Un proyecto reformista sin los partidos-máquina? Un partido-ómnibus no es un partido-máquina: es una organización que suma intereses contrapuestos, distintos. El problema de Flores d’Arcais y sus compatriotas es el berlusconismo y una izquierda hundida desde Bettino Craxi.

    El problema no es el partido socialdemócrata, cuyos vicios diagnosticó Robert Michels hace un siglo. El problema es la forma partido, que –además– no es rebasable. No hay un más allá de la forma partido. Todo intento diferente ha sido o un fracaso o un fraude o un movimiento. Un movimiento. ¿Les suena? Para movimiento, Berlusconi.

    Me sorprende que Paolo Flores d’Arcais, tan fino, haya metido la pata hasta las ingles. Su amigo español, Fernando Savater (habitualmente tan inteligente), ha apoyado con libertad y audacia a Ciutadans y luego UPyD: dos experiencias nuevas y fracasadas. Fracasadas. Regenerar la democracia con instrumentos que son idénticos me parece una mercancía equivocada. Esto es lo que hay. Debemos poner controles democráticos a lo que hay, a lo que tenemos: no inventar nuevas fórmulas que repiten lo ya sabido y experimentado.

  3. Comencemos por el final de tu primer párrafo, Serna. La gente de “Volem i podem” no son cargos dirigentes. ¡Otro gallo le cantara al PSOE en el PV si esas personas tuvieran la capacidad de decidir! Pero deciden otros, no ellos.

    Para mí, en efecto, Ana Barceló, la secretaria alicantina, presenta un perfil substancialmente diferente al resto de dirigentes del PSOE en el PV. Claro que su procedencia política no es “sociata”, así que no llega contaminada de la cultura organizativa de ese Partido. Además, su interés por la política parte de una idea de servicio no de tener un sueldo. Algo, esto último, que también apunta Paolo Flores d’Arcais y que es una lamentabilísima constante: se está en política para tener un trabajo y, para algunos, permanecer en la oposición, se lo asegura.

    En efecto, me ratifico, lo de Alarte y su equipo áulico es de estultos. Todos y cada uno de los días nos lo han de demostrar de alguna forma fehaciente. Tengo una lista aterradora de sus sinsentidos pero cualquiera de “Volem i podem” te lo podrá ratificar.

    Sigue sin parecerme confuso el artículo al que le vamos pegando vueltas. ¿Y qué pasa si hay que acabar con los partidos socialdemócratas? Si no sirven, no sirven. Es su cultura como organización la que ellos, ellos, no son capaces de superar. No hacen autocrítica. Y si la hacen, la hacen gatopardiana: que todo cambie para que todo quede igual. Roberts Michel diagnosticó los vicios de la socialdemocracia hace un siglo, sí, y estamos como estamos: la verdad, poca confianza de regenerarse me ofrecen, no han aprendido nada en todo ese tiempo. Con semejante bloqueo interno, en efecto, no se convierten en parte de la solución sino del problema. Si son incapaces de cambiar, de superar sus defectos, la sociedad progresista tendrá que comenzar a buscar otras soluciones. A estas alturas, esos partidos que comparten las dos condiciones de ser “máquina” y “autobús”, ubicados en la izquierda del espectro social, no responden a las expectativas de ésta, defraudan las esperanzas electorales y no ofrecen nada distinto a la estrategia del mal menor (“votadnos a nosotros que si no vendrán los otros”) Es muy pobre bagaje para el papel que quieren asumir.

    ¿La solución, pues, es salvar lo insalvable? Pero si son ellos mismos los que no se corrigen. ¿Y hay que aceptarlo? ¿Acaso al final resultará que había acabado la historia y no nos habíamos enterado? Demostrada la inutilidad palmaria de la socialdemocracia para gestionar su propio sistema social, el Estado del Bienestar, algo exclusivamente achacable a la “perversión keynesiana” que fue el “leit motiv” de las políticas públicas de los partidos socialdemócratas de la postguerra mundial. Vista hasta la saciedad la asunción de todo el torrente de ideas neoliberales y neoconservadoras desde la década de los 80 del siglo pasado a nuestros días. Comprobado el rechazo abierto a cualquier tipo de revisión de la propia ideología, prefiriendo la asunción de postulados conservadores antes que el remozado de la que debía ser la suya. Certificado los intereses bastardos que arrastran las políticas cotidianas que se llevan a cabo ¿qué se quiere salvar de esos partidos?

    Igual hay que “pensar de forma diferente” Si alguien, en el XVIII no hubiera sido lo suficientemente osado como para pensar en los partidos políticos para organizar la vida política, aún seguiríamos teniendo las familias clientelizadas como única forma de expresión política. Aquí no hay nada eterno, ni intocable, ni insuperable. Que somos humanos y todo es perfectible. Puede que ya sea el momento de pensar otra cosa. Pues es cierto que, en cuanto se crea un partido nuevo, se reproducen los vicios apuntados, algo que para la derecha no es nada pero para la izquierda lo es todo. ¿E irremediablemente, algo diferente ha de ser un fracaso, un fraude o un movimiento? ¿Por qué?… Desde el siglo XVI tuvimos ensayos y proyectos fracasados de instituciones anteriores al los partidos y hasta bien entrado el XIX no tuvimos partidos reconocibles como “modernos” Todo tiene su cocción, todo tiene su riesgo, pero lo que está claro es que alimentar un aparato de fracasos, como ha sido la socialdemocracia en su concreción de partido, es brindarle a la derecha un favor inaudito y apesebrar a unos tipos que sólo buscan su sueldo. ¿Hay que resignarse? ¿vamos a negarnos a nosotros mismos la capacidad para innovar en política?…

    “Poner controles democráticos a lo que hay”… ¿y eso no es una nueva fórmula? Es que si lo es, ya estamos hablando de cosas nuevas. Y si no lo es, viene a ratificar que lo ya experimentado, en efecto, repite lo que ya sabemos: el fracaso del sistema. Parece un llamado a Rosa Luxemburgo ¿ponemos las zorras a cuidar el gallinero?… ¿quién controlaría al controlado?… ¿jueces y partes como base para una democracia?

  4. Yo tengo, amigo Pumby, muy mal concepto de la naturaleza humana, en la que me incluyo, naturalmente. En eso soy muy poco progresista. Soy más abiertamente liberal, qué quiere. Los liberales no creen en la perfectibilidad humana, lo cual no quiere decir que sean canallas. John Locke, por ejemplo, desconfiaba de las ilusiones que se hacían sus contemporáneos franceses, aquellos ilustrados que juzgaban venidero y óptimo el progreso. Los liberales de vieja estirpe descreían de las utopías: y ésta es una sana tradición que llega a los socialistas, aterrados por las consecuencias del optimismo revolucionario comunista.

    Creo que es sensato y realista desconfiar de las buenas intenciones. ¿Por qué razón? Porque nos proponemos metas dignísimas que acabamos arruinando por nuestra mala cabeza. «El fuste torcido de la humanidad», que decía Kant –no su hermanastro, sino el gran Immanuel–y que luego, mucho tiempo después, repetirá Isaiah Berlin. El partido político es un instrumento mejorable que necesita controles democráticos, controles que se han impuesto en parte gracias a la legislación electoral.

    Los partidos no hacen lo que quieren, y sus militantes o cuadros inteligentes o estultos (como usted los llama) están obligados a cumplir ciertos requisitos. Puede que los burlen, pero hemos avanzado en el control democrático de los partidos. Lo que no me creo es que un partido nuevo, una forma nueva de organización política, extirpe por arte de birlibirloque aquello que aqueja a los viejos organismos. ¿Y qué es lo que aqueja a los viejos partidos la tendencia oligárquica? Eso hay que corregirlo (y algo hemos avanzado desde los viejos partidos de notables o desde los primeros partidos de masas). No hay un problema de partido que sea específico de la socialdemocracia. Es un problema general de los partidos, que son instrumentos para ganar elecciones.

    El liderazgo es algo fundamental en la sociedad de masas. Los partidos van mal cuando pierden las elecciones. Veamos qué ocurre cuando el PP de la Comunidad Valenciana empiece su caída o declinación. ¿Pensaremos entonces que hay que inventar un partido conservador nuevo que extirpe de raíz los vicios de origen? Puede refundarse, desde luego, pero la forma partido reaparecerá. Eso es lo que creo que Flores d’Arcais no calibra bien. ¿Qué plataforma política colectiva va a sustituir a los partidos socialdemócratas ya obsoletos?

  5. Amigos, quisiera tener el dominio del lenguaje que ustedes tienen, así como esa claridad mental de la que ambos participan, para poder entrar en el debate que han iniciado. Como parte interesada que soy en el tema. Quisiera saber cómo decirles que, los dos, tienen su parte de razón. Justo y Pumby. Profesor y gato.

    Nosotros (Volem i Podem) estamos inmersos ahora mismo en un proceso de reflexión, preparando una sesión de autocrítica que nos es imprescindible si queremos continuar. Si ustedes quieren, podemos invitarles a ella, en calidad de conciencia (ángel y demonio, positivo/negativo, a favor o en contra, como quieran) pues no andamos sobrados de consejo y guía, sobre todo de personas (y gatos) como ustedes, tan versados en la materia.

    Entretanto, pueden escuchar a Berta Chulvi en el discurso que leyó en la asamblea, que pueden encontrar tanto en su blog como en el de Pepe Reig. Ahí el señor Serna puede encontrar un inicio de necesario liderazgo -tanto de la oradora como de aquél a quien representa) y Pumby se dará cuenta de que, verdaderamente, el control democrático de los partidos puede ser la solución al conflicto que vivimos.

    ¡Ah, por cierto, Pumby! estoy de acuerdo con tu opinión sobre Ana Barceló. Pero también nosotros buscamos en la política la satisfacción del deseo de servicio y no un puesto de trabajo, que -unos mejor, otros peor- todos tenemos. De momento, sólo conseguimos convencer a ocho delegados, que sumados a los tres que nosotros teníamos, fueron los once votos con los que pudimos salir de la Asamblea con la cabeza muy alta. Es poco, ya lo sé. Pero es más de lo que nadie hubiera podido ni imaginar. Se nace niño, hace falta tiempo para crecer.

  6. Hombre, Serna, yo no apuesto por el aventurismo, pero la inmovilidad me parece tan perniciosa como la inquietud. También el liberalismo pudo llevarse a la práctica, acabar con el Antiguo Régimen, porque proyectó utopías, ideales, que arrastraron a la gente en su pos. El cuadro de DelaCroix, “La libertad guiando al pueblo” no puede ser más gráfico de cómo los liberales, hasta con la chistera puesta, asaltaban una barricada. Que algunos liberales, algunos, no creyesen en la perfectibilidad del ser humano y sus obras, eso, bueno, no pasa de ser una opinión. Darwin nos dice lo contrario y yo, qué caramba, confío más en él que en Locke, al fin y al cabo, el primero era científico y el segundo igual iba un poco… “perdido”.

    Sin duda coincido contigo al desconfiar de los bienintencionados. Son una peste, en efecto. Pero de ahí no creo que debería colegirse que debamos resignarnos a aguantar lo que tenemos. De pronto, me parecía escuchar al dr. Pangloss perorando sobre “el mejor de los mundos posibles” y, la verdad, me aterra tener que comprobarlo como Cándido.

    Podría admitir que los partidos fueran mejorables a través de la legislación si la experiencia no nos demostrara que “hecha la ley, hecha la trampa”. Y aquí, gracias a la Constitución del 78, la trampa es morrocotuda ya que la Carta Magna otorga única y exclusivamente a los partidos la representación de la soberanía popular. Luego, sólo ellos pueden ejercer ese tipo de control. Si el control democrático del sistema partidista descansa en la legislación que redactan los propios partidos que se deben controlar, dudo mucho que éstos vayan a actuar contra sus intereses creados.

    ¿Hacen los partidos lo que quieren?, me preguntas… ¿Qué, quién se lo impide?, te pregunto. La ciudadanía está desorganizada (la sociedad civil española es una broma) y amordazada (los medios de comunicación social los controlan los intereses vinculados a los partidos) ¿cómo puede defender el ciudadano sus intereses si los burócratas de los partidos los controlan? El “entrismo” en este caso, está más que suficientemente probado que es ineficaz: la maquinaria del partido machaca cualquier actitud crítica, si quiera díscola. ¿Crear un partido nuevo? No digo eso. Digo que hay que pensar nuevas fórmulas de representación política que sean más democráticas y eso conlleva que les sea más difícil esclerotizarse, generara intereses bastardos y cerrarse al control, real, del pueblo, su soberano. Hay que pensarlo y hay que pensarlo de una forma diferente.

    En efecto, los vicios de los partidos no son un problema exclusivo de los socialdemócratas. Todos los partidos no testimoniales, están pergeñados para alcanzar el poder y moldeados por la misma legislación. La diferencia radica en que mientras los conservadores, con esos mimbres, tienen un buen partido; la izquierda es una fuerza dispersa, atomizada y encabezada por un partido de centro, el socialdemócrata, incapaz de estructurarse como una máquina eficiente para alcanzar el poder. Muy bien traído el concepto de liderazgo. Precisamente por eso, mientras el PP traslada a sus votantes y, sobre todo, a la masa electoral, no menor, que vota indistintamente PP o PSOE, según se lo piensen, la idea de ser el partido capaz de liderar el Estado, la percepción que el PSOE traslada a sus votantes reales y potenciales, es la del desconcierto, y sin él el sentido de liderazgo se diluye.

    ¿Qué ocurrirá cuando el partido conservador inicie su declive?… Pues supongo que lo mismo que ocurrió cuando la derecha se dio cuenta que Fraga tenía un techo electoral, que había ideas demasiado reaccionarias como para seguir defendiéndolas abiertamente y que el PP, producto de una AP casposa, era una casa de locos u orates. Sencillamente, refundaron el partido. Como se refunda cualquier organización empresarial. Y se buscó un nuevo líder (el Aznar que hablaba catalán en la intimidad), y se buscó un nuevo ideario (más centrista, más liberal) y se reestructuró toda la organización (con un cierto tufillo leninista: el PP se deshizo de los personajes inútiles, se articuló de forma estricta y creó canales de comunicación interna excelentes). Cuando ese aparato ya no sirva – y la pérdida de votos será la señal que así lo indique (por cierto, un indicador del que Felipe González no hizo caso nunca, con los resultados que ya conocemos) – la derecha creará otro nuevo. Sin complejos. La izquierda, mientras, seguirá pensándose en si son galgos o podencos y continuará poniéndole ungüentos y afeites a la momia de un partido que ni es socialista ni obrero, aunque se empeñe en mantener esa denominación.

    No sé qué plataforma política va a substituir a los partidos socialdemócratas obsoletos pero sí sé que con material obsoleto es absurdo hacer política: perderás siempre.

    Uf, perdona, Marisa no había leído tu intervención. No me alargo con la mía: un saludo.

  7. La Comunidad

    ¿Ustedes imaginan una reunión de vecinos, una reunión de Comunidad? ¿Ustedes pueden creer en la perfectibilidad humana tratando con el del tercero B, sí, ese del tercero B? ¿Perfectibilidad humana? La Ilustración escocesa desmontó el bienintencionado utopismo iluminista. El retrato de la naturaleza humana que trazan Locke, Hobbes, Smith o Hume es bastante realista, algo más que una opinión de tipos que andan perdidos.

    Debemos contar con seres humanos egoístas y no meramente virtuosos, como parecían defender bienintencionadamenre el «republicano» Rodríguez Zapatero y su interlocutor admirado: Paolo Flores d’Arcais. Ahora, para el ensayista italiano, ya nada parece tener remedio dentro de la socialdemocracia. Qué decepción, qué traición. ¿Ah, pero es que usted estuvo alguna vez ilusionado con la ‘virtus’ del ciudadano o con la superioridad moral de la socialdemocracia?

    Mire, el ideal del individuo soberano y responsable es un principio normativo al que deberíamos atenernos, sabiendo que no pasa de ser eso: una bella idea republicana seguramente irrealizable (o felizmente irrealizable). ¿Ustedes se imaginan una Comunidad de vecinos reconciliada y virtuosa? Oiga, no me lo creo. Sería parecido al Infierno de los buenos. Qué pesadez.

    Sólo pido que las reglas a que estamos obligados limiten la arbitrariedad, la discrecionalidad, el abuso y el autoritarismo. Aquí convengo con Flores d’Arcais en que la legalidad es la protección del débil. Establezcamos controles más severos, no reinventemos el Mediterráneo. El Mediterráneo es un lugar dado a inventar lo bizarro, como bizarro es Berlusconi. Los italianos, no los socialdemócratas, son quienes tienen que hacérselo mirar y con Italia su izquierda intelectual: Flores d’Arcais incluido. Bueno, hasta mañana.

  8. Les adjunto el decálogo que escribí hace más de un año, con el fin de que el Congreso del PSPV de Valencia fuera otra cosa, no parece que estas propuestas sean imposibles, sólo hay demasiadas razones para que no sean posibles, pero algún dia llegarán, en todo caso, como dice Pasquino y coincidendo con Justo, “…nuevos contenidos dentro de viejos contenedores (“vino nuevo en odres viejos”)”

    CONDICIONES DE Y PARA LA DEMOCRACIA, CONDICIONES PARA EL CAMBIO
    A modo de decálogo

    1º.- Los partidos políticos forman parte de la arquitectura constitucional y constitutiva de la democracia, no son instrumentos de naturaleza privada, sino instrumentos de la ciudadanía, en cuanto sus funciones son las de ser cauce fundamental de la participación de ésta, expresar el pluralismo político y concurrir a la formación y manifestación de la voluntad popular.

    2º.- La inaplazable reforma de los partidos políticos está indisolublemente unida a la vitalidad de la democracia, ambas tareas serán siempre inacabadas, pero una democracia avanzada no es posible sin unos partidos con constante nervio democrático, escenarios privilegiados para el civismo y la deliberación, el razonamiento y la inteligencia.

    3º.- Toda reforma de los partidos políticos, especialmente de aquéllos con vocación de serlo de la ciudadanía, exige acompasar los cambios normativos, estructurales y culturales que se pretendan sin entorpecer las funciones que constitucionalmente tienen encomendadas, la incidencia desequilibrada en los asuntos internos convierte al partido en un fin en sí mismo, debilitando su labor primordial como sujeto de intervención política y generador espacio público.

    4º.- La intervención y participación política exige transparencia y seguridad, la cual sólo puede venir determinada por la obligación de sus direcciones políticas de dar información fidedigna y en un horizonte temporal suficiente para facilitar una participación de calidad de sus afiliados, obligación que debe estar rigurosamente establecida especialmente en sus procesos congresuales. Los afiliados y afiliadas tienen derecho a ser informados, en tiempo y forma, de todos los procesos congresuales o de elección de representantes en los cuales puede participar.

    5º.- Una democracia de calidad, que permita una deliberación sobre las políticas de un partido, que permita adoptar decisiones fundadas exige que los documentos que deban ser debatidos se pongan a disposición de sus miembros como mínimo con un mes de antelación a la celebración de los debates y votaciones.

    6º.- Son derechos de todos los afiliados y afiliadas los de concurrir en condiciones de igualdad a todos los procesos congresuales y electivos, disponiendo, sin ningún tipo de privilegios, de los recursos materiales del partido, tales como la utilización de medios de comunicación de las agrupaciones (teléfono, ordenador), así como de las bases de datos de afiliados y entidades, dentro del marco legal vigente, acceso a las webs, etc.

    7º.- Es condición democrática esencial disponer, en los momentos puntuales de las asambleas congresuales y de elección de candidaturas de lugares en los que puedan expresarse libremente las ideas y opiniones, lugares en los que los afiliados y afiliadas puedan escuchar y formarse su propia opinión.

    8º.- La elección de representantes, ya sea para la dirección política en el interior del partido, ya sea para el ejercicio de cargos públicos, es un acto de gran responsabilidad de los afiliados y las afiliadas, los cuales deben elegir a los mejores, entendiendo por tales a los que reúnen los requisitos de capacidad, mérito y valores éticos, lo que desde el “republicanismo” se entiende por “virtudes cívicas”, porque se incorporan vitalmente y en la práctica los valores morales y las reglas de la democracia, porque se hace hábito, la civilidad, la tolerancia, la libertad, la justicia y el respeto a la ley, la solidaridad y la igualdad, la profesionalidad y la responsabilidad.

    9º.- La participación política incluye la obligación y el derecho de los y las afiliadas a evaluar el trabajo realizado por sus representantes, es necesario crear mecanismos de control, de rendición de cuentas que permitan mejorar el propio desempeño de dichos representantes.

    10º.- Es obligado para toda dirección política facilitar y promover las mejores condiciones para el ejercicio de la democracia en el seno del partido, para hacer de éste un lugar para el aprendizaje y la convivencia cívica, para dar cumplimiento a los compromisos adquiridos ante la afiliación y la ciudadanía, para obtener lo mejor de cada una y cada uno de sus afiliadas y afiliadas.

    Francisco Sanz
    Octubre 2008

  9. Ah, Serna, no te había dicho que coincido – casi – plenamente con tu última entrada al “post”, lo titulado “El individuo”. Y, sin embargo, cuando lo veo aplicado a la Comunidad (ja, ja, ja… qué espléndido modelo nos brindó Álex de la Iglesia), perdón, decía que, aplicado a la Comunidad, me rechina. De acuerdo. Reunamos a la Comunidad. Lo primero que deberemos saber es si lo hacemos para conocer el fondo del alma humana o para denunciar los conciertos de trombón de varas que hace ese gañán del tercero B a las tres de la mañana. Si éste es el caso, lo único que tendremos será un individuo inadecuado para la convivencia, no un problema de la especie humana. Si es el primero, habremos fracasado totalmente con nuestro propósito, ese no es el campo de investigación adecuado para dirimir tal cuestión.

    El ser humano no sólo es perfectible sino que se ha ido perfeccionando los últimos sesenta mil años. Esto no es cuestión de opiniones, es cuestión de hechos. Y los hechos son tozudos, como decía Lenin, si les cerramos la puerta se nos cuelan por la ventana. Ciertamente, el momento de mayor perfeccionamiento se ha dado en el holoceno, nuestros últimos doce mil años y eso, en términos universales, es más bien… nada. Sin embargo, nuestra especie, no por opinión de filósofos del XVIII, si no por demostración empírica de los científicos del XXI, se ha ido perfeccionando en ese breve espacio que media de la última glaciación al presente de una forma abrumadora. No negaré que todo nuestro desarrollo ha venido lastrado por un “cultural lag” importante: la tecnología ha ido más deprisa de lo que la capacidad sociocultural humana ha tenido para asumirla e integrarla en su propia entidad y, de ahí devienen los problemas con el medio ambiente y el consumo que tenemos hoy día. Pero esto no niega la mayor: el europeo de 1709 entendía que la justicia se impartía por la gracia del Dios judío y el de 2009 cree que se imparte por la voluntad del pueblo soberano. Hombre, además de hablar por móvil, en algo hemos avanzado, nos hemos perfeccionado. Y seguiremos haciéndolo, aunque los «hooligans» escoceses, esos desgaradables vecinos del tercero, sigan reventándose la cabeza como en tiempo de los pictos.

    El problema de la virtud civil tiene otras lecturas, además de la ilusa y, desde luego, de la pesimista. “Todo está en orden mientras quede completamente claro” decía Wittgenstein. Llegados a este punto, aclaremos. Discernamos qué llevamos entre manos porque, de pronto, llega un alud de elementos a los que difícilmente veo encaje entre si. Entiendo que una cosa es el republicanismo bienintencionado de ZP, algo que, a estas alturas, de lo desvaído que está, ya no veo ni republicano ni bienintencionado. Otra son las opiniones de Flores d’Arcais en el artículo en cuestión y en el resto de su obra, no hagamos un “totum revolutum” con ello, centrémonos en el primero que esto sólo es un “post” y no podemos hacer intervenciones-longaniza (u ómnibus) si no queremos matar de aburrimiento a los contertulios. Otra más es la cuestión italiano-berlusquiniana en la que se insiste y que considero que tiene su propio marco, desprendido de la abstracción que estamos haciendo de “La socialdemocracia”. Un cuarto asunto es en lo que coincidimos todos – todos los que hemos participado, claro, no sé que decir de los mudos – sobre la necesidad de un marco legal que regule la vida pública; aunque divergimos cuando tomamos, o no, en cuenta que la judicatura, en todo el mundo occidental, sigue siendo, de facto, un poder dependiente del juego político, o sea, una imperfección democrática que ningún partido, ni de izquierda ni de derecha ha querido afrontar desde tiempos de Montesquieu.

    Y, finalmente, está lo de la virtud cívica. Perdida ésta con el final de Roma, lo último que iba a promover el régimen feudal era, precisamente, la virtud de Cincinato como un valor público. Si contamos entre el siglo IV cuando los cristianos se hacen con el poder en Roma hasta el XVIII, cuando la Ilustración consigue plasmarse de alguna manera en la Revolución Francesa en forma de un gobierno civil, podemos aceptar que durante mil seiscientos años una de las ideas que se retiraron de circulación, junto a la esfericidad de la tierra, el heliocentrismo y la libertad del individuo, fue la virtud cívica. Es mucho tiempo, eh. Y si, pasado ese tiempo y hundido el Antiguo Régimen, el liberalismo triunfante se asusta cuando ve que, siguiendo sus propias ideas, el pueblo bajo y vil “se les desmanda” y les exige ese mundo idílico de igualdad, liberta y fraternidad que preconizaban; bueno, promover la virtud cívica tampoco es que se les convierta en una prioridad. Cuando, finalmente llegan los socialistas y, en su forma socialdemócrata, vuelven a ofrecer a los vecinos de la Comunidad otro paraíso – el de la justicia social – y lo han de llevar a la práctica… se retractan y actúan como Príncipes de Lampedusa, gatopardos. Tampoco ellos la van a enseñar ni a difundir. Comprenderemos que la virtud cívica vuelve a convertirse en ese doloroso grano centrado en las posaderas del poder.

    En resumen, no es que no pueda existir la virtud cívica, no es ninguna idea ilusa, es que tirios y troyanos, conservadores y socialdemócratas, han coadyuvado que no exista, o que exista… pero poquito. No tienen ningún interés en que los vecinos les pidan las cuentas de los gastos de la Comunidad. En la resignación ciudadana estriba el poder del “establishment”. Y eso, eso sí es el Infierno de los buenos: el de los ciudadanos pusilánimes que se limitan a acatar la ley, una ley que ellos no han hecho.

  10. Resulta impresionante el apasionado debate que mantienen. No puedo sino admirarme por la profundidad y densidad de sus intervenciones. Es magnífico. Son muy generosos al compartir sus cavilaciones con nosotros, pues sin duda son el resultado de muchas lecturas y esfuerzos.

    Yendo a lo concreto, decirles que me ha gustado mucho la nítida distinción, que ambos han establecido, entre el sistema democrático en el que se insertan los partidos (y del que los mismos son una de las principales bases) y su propio funcionamiento, orientado exclusivamente a la toma del poder (digámoslo así de crudo). Resulta curioso comprobar la distancia real que existe entre lo que afirma la Constitución española sobre su funcionamiento(“…su estructura y funcionamiento interno deben ser democráticos” art. 6) y cómo los partidos se manejan y funcionan en la práctica. Una de las cuestiones a dilucidar, por tanto, consistiría en averiguar si en la corta historia de los partidos políticos, éstos han tenido un funcionamiento realmente democrático y una voluntad verdaderamente democratizadora o si han sido instrumentos de gobierno y/o toma del poder. Personalmente imagino, y digo bien con lo de imagino, que los modelos nunca se dan en estado puro, y que es probable que a lo largo de su historia, los partidos políticos han pasado por distintas fases, oscilando más hacia un lado u otro. Analizando todas estas variables podremos hacernos una idea cabal de lo que son y han sido estas roganizaciones hasta nuestros días. Ahora bien, creo que antes de decidir sobre lo que hacer con ellos convendría analizar la situación en la que se encuentran en la actualidad. Coincidiendo con muchas de las ideas expuestas tanto por don Justo como por Pumby, creo que habría que considerar alguna que otra variable. Como no me querría extender demasiado, pues en realidad estamos hablando sobre las bases de nuestro propio sistema, me limitaré a apuntar algunos aspectos a tener en cuenta.
    La despolitización de la sociedad creo que hace inviable en estos momentos cualquier tipo de organización y/o participación directa de la ciudadanía (que en algunos casos y lugares ya no ejerce como tal) en los asuntos públicos. Si en condiciones ideales la cosa ya sería difícil, en la situación actual el apocalipsis estaría servido. Parte de la culpa de esto la tienen los propios partidos políticos y demás agrupaciones de parecido fin, entre ellas las sindicales. Sin duda los políticos comparten muchos intereses, que tal vez en otro tiempo se les podría denominar de clase, por lo que muchos de ellos siguen interesados en que la cosa no cambie. Esto perjudica, evidentemente, a quienes creen en la política como instrumento para cambiar la realidad y construir un mundo mejor, y beneficia a quienes hacen política para tocar poder y acceder a ese mundo plagado de privilegios. Por su parte, las agrupaciones sindicales hace tiempo que dejaron ser servir a los trabajadores en su conjunto, si es que alguna vez lo hicieron. En la actualidad actúan intentando salvar el culo propio sin importales que los demás se queden en la estacada. Parecen más preocupados por competir entre sí por las migajas que por cambiar la situación de los trabajadores. Sin embargo, siendo lo dicho importante, para mí la clave está en otro sitio: la sociedad de consumo.
    Se trata de una sociedad de consumo que invita a la ciudadanía a transformarse en consumidora, desvinculándola de la cosa pública (a la que tacha de aburrida y la desprestigia con el “son todos iguales”). Uno de los grandes logros del (neo)liberalismo ha sido el de convencer a la gente de que el mercado es “neutral”, de que en el mercado no hay espacio para política. Cuanto más liberalismo, más libertad y más justicia, menos politiqueo, dicen. Es una “fuerza natural”, afirman, que premia el esfuerzo y el trabajo bien hecho y castiga la incompetencia y la ineptitud. Claro, es una mentira como una casa. Nada hay más politizado que el libre mercado. Pero despolitizando con esas consignas a la ciudadanía, ya consumidora, ellos tienen las manos libres para hacer y deshacer a su antojo. La sociedad de consumo, pues, le da la vuelta al mundo heredado de la sociedad burguesa, en la que había una esfera pública (que de una u otra manera concernía a todos) y otra privada (que era un ámbito íntimo y particular). En la sociedad de masas consumista (que no comunista, no se me dispersen) lo privado, la vida privada de las personas, su intimidad y sus desgracias, sus frustraciones y sus tragedias, pero también sus éxitos e ilusiones, se hace público, mientras que lo público, lo que debería concernir a todos, se vuelve opaco, se esconde, se nos escamotea y privatiza. El mundo al revés y el festín ya puede dar comienzo.
    Se nos distrae con naderías y espectáculos vacíos y se nos dificulta distinguir los importante de lo accesorio, lo esencial de lo anecdótico. Cuando todo se mide en función de rendimientos económicos, la democracia, la participación, la ciudadanía y todos los bienintencionados derechos de nuestras constituciones se quedan en agua de borrajas. ¿Qué pasa, por ejemplo, con el derecho a recibir una información veraz (art 20.1) cuando asistimos al espectáculo del niño del globo en EE.UU? ¿O cuando se dice que Elvira Lindo puede ganar el Planeta cuando ella ni siquiera se ha presentado? Formalmente no existe censura informativa, pues los ciudadanos –se nos dice- tienen total libertad de elección (sucede lo mismo en los partidos políticos teóricamente), pero lo cierto es que la sobreinformación, el amontonamiento de cientos, de miles de noticias, produce tanta desinformación como la censura previa. Solo que ahora el marco es de libertad y democracia. Lo que cambia es que ahora estamos más engañados.
    Entiendo que estas reflexiones son muy generales pero me parecen fundamentales para entender la deriva de los partidos políticos, más pendientes de la imagen que del fondo. Ya saben, sólo existe lo que sale en la tele. La distinción entre realidad y ficción se difumida, no importa, ya nada importa, sólo los beneficios: de audiencia, económicos, de poder, lo que sea, pero beneficios, por favor, y cada vez más, hasta el infinito y más allá. En ese sentido el vínculo medios de comunicación-partidos políticos se estrecha, hasta el punto de no aceptar –los políticos- preguntas de los periodistas, o entregar vídeos con declaraciones ya hechas para que directamente sean visionadas por el espectador. Creo, en definitiva, que el funcionamiento de los partidos de masas, es un síntoma de una sociedad que ha renunciado ha muchas de sus obligaciones y que sólo quiere tener derechos y más derechos.

  11. El artículo de Paolo Flores d´Arcais me parece de lo más valiente que he leído de él. Paolo no critica en ningún momento el sistema de partidos, el parlamentarismo, su crítica se dirige a la «partitocracia», es decir, a ese sistema político en el que han devenido las formaciones políticas, los «partidos-máquina». Y además su crítica se centra en la pérdida de los valores de la socialdemocracia, en su transformación en un «partido-máquina», cada vez sumido en la pérdida del valor transformador, reformista, igualándose en sus políticas a los partidos de la derecha y renunciando a la crítica del «establishment».
    Estos días he leído artículos y entrevistas de Juan Hernández Vigueras, miembro de la Red de Justicia Fiscal, sobre su último libro sobre los «paraísos fiscales» y la vergüenza y el estupor no dan abasto.
    No es sólo que los partidos se conviertan en organizaciones opacas en las que se impone un sistema impositivo, antidemocrático, al pairo de represalias, corruptelas y demás. Es que, y aquí es donde el artículo de Paolo pone el dedo en llaga, los parrtidos que se dicen socialdemócratas han dejado de serlo. Es éste el mayor escándalo.

  12. Mis felicitaciones Sr. Serna por este magnífico debate. Aplausos mil.

    Me quedo con lo siguiente: «Y eso, eso sí es el Infierno de los buenos: el de los ciudadanos pusilánimes que se limitan a acatar la ley, una ley que ellos no han hecho». Pumby.

  13. Sr. Lillo, sr. Millón: luego les contesto. O al menos procuro decir algo con sentido.

    ¿Un comentario de Lázaro? ¿Lázaro resucita para felicitarme? ¿Lázaro resucita para mencionar elogiosamente a Pumby? ¿Meses después? Vale, aceptamos a Lázaro como resucitado. Bienvenido.

  14. Sin entrar en el análisis minucioso del artículo de Paolo Flores d’Arcais publicado el domingo 25 de octubre en El País y titulado “La traición de la socialdemocracia”, existen una serie de elementos objetivos que sí que ponen en cuestión el presente y el futuro, no sólo de la socialdemocracia, sino del conjunto de toda la izquierda europea:

    1. Aunque hace tiempo que dejó de ser un objetivo para la izquierda, la desaparición del socialismo de Estado como referente ha causado una cierta orfandad en quienes piensan que otro mundo es posible y necesario. Hace falta en la izquierda una mayor reflexión sobre el mundo actual y sus contradicciones.

    2. Las únicas formulaciones teóricas que ha habido en los últimos años en el campo de la socialdemocracia han ido a socaire de las teorías neoliberales, hegemónicas en la política mundial desde la caída del muro de Berlín. Me refiero a La Tercera Vía de Anthony Giddens, inspiradora del nuevo laborismo de Tony Blair, y a Le bon Choix, de Bobo Hombach, asumida por Schröeder en Alemania.

    3. La práctica política de la socialdemocracia en el poder se ha limitado, en los mejores casos, a frenar la pérdida de derechos por parte de la ciudadanía. Pero en la mayoría de los casos han colaborado en el desmantelamiento del Estado del Bienestar conseguido tras la Segunda Guerra Mundial.

    4. La crisis financiera ha pillado a la izquierda sin proyecto económico alternativo. A pesar de la grave situación, nadie pone en cuestión la economía de mercado.

    En España, tal vez uno de los problemas de la izquierda esté en que no ha asimilado del todo que el principal objetivo de un partido -en un sistema democrático como el nuestro- es ganar elecciones, y que cuando es incapaz de ganarlas deja de tener sentido su existencia.

    Esa concepción rompe con la tradicional y algo utópica idea de partido que tiene gran parte de nuestra izquierda: el partido como elemento de transformación social. ¡Ojo!, no descalifico dicha concepción, pero la considero una dificultad añadida para llegar a la gente, cuando las ideas hegemónicas en la sociedad son las del consumismo y la insolidaridad. Por supuesto, incluyo también en esta categoría a los partidos con voluntad de ser mayoritarios. Esos que se intercambian en el gobierno de la nación casi como si fueran liberales frente a conservadores en el “turnismo” de la Restauración.

    Sin embargo, la estructura compleja de nuestro Estado y su descentralización administrativa hace que las citas electorales se produzcan a diferentes niveles, dando una mayor complejidad a nuestro sistema político. Las autonomías son parte del Estado. Los gobiernos autonómicos tienen poder político y mucha capacidad de gestión económica.

    Tampoco hay que olvidar el daño que hacen a la izquierda unas leyes electorales que favorecen las mayorías absolutas, la concentración territorial de los partidos nacionalistas y que castiga a las formaciones estatales minoritarias.

    Acabo de leer el último libro de Ignacio Ramonet, “La catástrofe perfecta. Crisis del siglo y refundación del porvenir”. Lectura recomendable en la que Ramonet analiza causas y consecuencias de la crisis financiera y se pregunta si “entre las decepciones del sueño socialista y los escombros de nuestras sociedades desestructuradas por la barbarie neoliberal, ¿hay espacio para una nueva utopía social?”

    http://ania.urcm.net/spip.php?page=syndic_article&id_syndic_article=3763

    El mismo se responde que “el único futuro aceptable es el que pueda edificarse sobre un proyecto político cuya preocupación central sea precisamente la cuestión social”…

    Y sigue: “habría que dar un mayor control a los ciudadanos sobre los recursos estratégicos de los estados y sobre las decisiones económicas que conciernen a sus vidas. Habría que crear organizaciones financieras internacionales que prioricen las necesidades de los hombres. Que respeten y defiendan la declaración integral de los derechos humanos, la justicia social y un medio ambiente igualitario. Habría que garantizar empleos decentes y servicios fundamentales gratuitos o subvencionados como la salud, la educación, la cultura, la vivienda, el transporte, el acceso al agua potable y a una energía limpia y renovable”. En resumen, un programa para una izquierda con capacidad de generar ilusión, sin perder su fuerza transformadora de la sociedad.

  15. Nunca les he abandono Sr. Serna, me encanta su blog y «Pumby».

    No me gusta cuando se pone pedante con sus elucubraciones sobre el arte de la escritura. Es cuando no me entero de nada. Quizás por eso no me guste, porque no me entero de nada. Lo siento.

    Un saludo

  16. Sea contenedor o sea odre, si es viejo, probablemente esté agujereado… ¿vale la pena rellenarlo, Francisco?

    Leo tu propuesta. Me permito alguna apostilla para la reflexión común que estamos haciendo.

    1.- No es que los partidos “formen parte de la arquitectura constitucional” (sic), es que son los arquitectos de la Constitución. Así que ya los tenemos convertidos, desde su punto de partida, en jueces y parte.

    2.- Indudablemente. Bravo, aunque, ¿quién va reformar los partidos políticos? ¿los partidos políticos que diseñaron la Constitución?. ¿policías y delincuentes a la vez?

    3.- El partido – salvo el testimonial – es una organización creada para alcanzar el poder. Sin más. El resto, de verdad, a los profesionalizados por la política (o sea, a los apesebrados de los partidos), les importa un soberano rábano.

    4.- Gorbachov llamó a eso “glasnot” y fue recompensado con un Yelstein al que Occidente aupó y mantuvo, no fuera a ser que un PCUS democrático despertara ideas perversas en “el mundo libre”.

    5.- Loable empeño al que me sumo pero que entra dentro de las prioridades que vimos en el punto 3. No interesa la calidad democrática, ni la deliberación abierta, ni el debate crítico, ni las votaciones (si no son por unanimidad).

    6.- En el PP aún se están carcajeando de los derechos que tuvieron los militantes del PSOE en la ciudad de Valencia (o eso que llaman “Gran Ciudad” o algo así, un neologismo bien bobo, por cierto) para elegir a su líder local.

    7.- Urge leer el Decálogo de la Granja (en “Rebelión en la Granja” de George Orwell) entonces uno descubre que todos los militantes de cualquier partido (o ciudadanos de un Estado o animalitos sublevados y autoliberados de una granja) son iguales ante la ley; solo que hay unos más iguales que otros.

    8.- ¿Te das cuenta lo que le estás pidiendo a un partido que funciona con listas cerradas? Pero si Rosa Díez ha expulsado de su liberrísimo partido alternativo a su cabecilla (cabecilla cortada… que chiste fácil…), precisamente por recordarle que su partido se creó para tener listas abiertas, ¿qué crees que puede pasar con semejante propuesta en un partido ómnibus?

    9.- Aplíquese ante tamaño orgullo desmedido y soberbia recalcitrante del autor cuanto se apostilló en los puntos 3, 4 5 6 7 y 8. A ver, el profesionalizado en la política tiene al militante de base por un piltrafilla, un desdichado idealista que le paga el sueldo, y le permite ramonear por las trochas de la Administración Pública, un “pringao”, vaya.

    10.- Y como en un gigantesco círculo volvemos al principio, pretendes que quien genera el problema te dé la solución. Precisamente es una dirección interesada del partido la que impide el ejercicio de su democracia interna. Es que, si la hubiese, ellos no estarían ahí.

    Sin duda, Francisco, es de aplicación en tu propuesta aquello tan medieval de “Que buen vasallo, si tuviese buen señor”. Lo malo es que hay algunos que se tienen a si mismos por “señores” y a ti por vasallo. Ya sabes el caso que les hacían los primeros a los segundos.

  17. Ya que enumeran, voy a seguir yo mismo este procedimiento (que alguna vez he seguido para analizar textos…)

    1. Ustedes me perdonarán, pero resulta difícil mantener un debate en el que el principal acusado, la socialdemocracia, no puede defenderse. Si es un cádaver, si es juez y parte, si es un agente traidor, ¿entonces qué queda? ¿La disolución, el cierre? Podemos esperar sentados a que acabe el mundo. Le quedan muy pocos días, ¿no? Mientras tanto, «alguien tendrá que hacer el trabajo sucio en esta ciudad», que decían en las películas.

    2. Acabo de ver en una televisión local a Ángel Luna, portavoz parlamentario de la socialdemocracia local: el Partit Socialista del País Valencià. Pues bien, al margen de los reproches que se le puedan hacer, lo he visto honrado, cabal: un hombre con ideas que sabe expresarlas (hay portavoces que no saben hablar). Gentes así hay en el partido socialista, gentes con capacidad que además son dirigentes y a los que no se les puede denigrar diciendo que son ‘establishment’.

    3. Ah, ¿y nosotros qué somos? ¿Izquierda extraparlamentaria? ¿Movimiento revolucionario internacional? Paolo Flores d’Arcais es un excelente ensayista pero un estratega poco práctico. Como Fernando Savater. Lo siento, pero yo soy un moderado y un realista. No creo que nada nuevo nos vaya a salvar.

    4. Los partidos socialistas van bien cuando ganan elecciones y van mal cuando las pierden. ¿Eso es consecuencia de la democracia interna? Lamentablemente, una cosa y la otra no van necesariamente unidas. Insisto: en el PP hay una lucha a muerte entre Gallardón y Aguirre con Rajoy al fondo. ¿Qué vamos a decir? ¿Que el partido conservador ha de disolverse? ¿Que el conservadurismo político es un cadáver, que ha traicionado sus ideales? Es una lucha de intereses perfectamente legítima que ha trascendido y que, por eso mismo, puede tener efectos desastrosos. Entre las cosas que escribo, recuerdo haber dedicado un artículo a este interesante combate: aquí.

    5. De verdad, el problema más grave es la corrupción que afecta a los partidos. Hay que atajarlo. ¿Qué responder a ello? ¿Que los partidos no van a vigilarse si en ellos anida la corrupción? Yo creo que en los partidos, en los partidos de Gobierno, hay gente honrada y cabal que se revolverá contra los corruptos. ¿Idealista? No, no soy nada idealista. No creo que en la perfectibilidad humana, pero creo en la honradez de muchas personas. Esa honradez es el principio de las reformas, del buen hacer. El ejemplo se propaga. El buen ejemplo también se extiende o se favorece con normas colectivas.

    Colofón. Decía Max Weber que el individuo incumple las normas si esa infracción o ese delito no le ocasionan un mal superior al beneficio que obtiene al obrar incorrectamente. Es un sencillo principio de filosofía práctica para analizar la realidad. En política hay que evitar que se propague el mal, como hay que impedir el daño que puedan provocar quienes tienen cargos. Es, si quieren, un principio muy moderado, pero es el que sigo sin hacerme muchas ilusiones.

  18. “La socialdemocracia ha llegado a aceptar las más «tóxicas» invenciones financieras, y no ha hecho nada concreto para acabar con los «paraísos fiscales» o el secreto bancario, instrumentos del entramado económico-mafioso a nivel internacional, con el resultado de que el poder de las mafias se extiende por toda Europa, desde Moscú a Madrid, desde Sicilia hasta el Báltico, y ni siquiera se habla de ello (…) No estaba desde luego en su ADN, por el contrario, la abdicación a condicionar a través de las reformas (es decir sustancialmente) la lógica del mercado, volviéndola socialmente «virtuosa» y sometiéndola a los imperativos de una constante redistribución del superávit tendente hacia la igualdad”, dice Flores d´Arcais.
    ¿Qué hacer? Desde luego ni rasgarse las vestiduras, ni apelar al apocalipsis. Exigir a los socialdemócratas que cumplan con sus compromisos y llevar esta exigencia más allá de su mera exposición; y no menospreciar ni minimizar las aspiraciones de otras formaciones de la izquierda democrática. Y esto si que lo veo como uno de los graves déficit de nuestro comportamiento democrático: pensar que todo está inventado, que tenemos que elegir entre los males, el menor. Hecho en falta más valentía y nuevas propuestas que alienten no sólo credibilidad, sino entusiasmo.

  19. Sr. Millón, entiendo su hastío ante la perspectiva de que todo este inventado,de que tengamos que «elegir entre los males, el menor». Entiendo el tedio que esto le produzca, pero quizá yo no me expresado bien.

    Los seres humanos eligen generalmente lo que ya está inventado. Muy pocas veces en la historia de la humanidad eso por lo que optan es algo radicalmente nuevo. Perdone la inelegancia de la autocita. De ello hablé tiempo atrás en un artículo que titulé ‘Audacias liberales’. Me refería precisamente a esas epifanías raras en que una política nueva reemplaza verdaderamente lo viejo o lo gastado, lo milenario incluso.

    http://www.elpais.com

    Pero no nos engañemos: la época contemporánea está llena de audacias políticas absolutamente desastrosas. Por ejemplo, el totalitarismo –en su distintas vertientes– se propuso crear al «hombre nuevo». Nada menos. Se proponía romper los atavismos y coerciones de la naturaleza humana y de la historia humana. Lo haremos todo nuevo. El resultado, claro, fue desastroso. A eso me refiero indirectamente en el artículo que hoy publico en El País cuando hablo de la revolución tranquila de la legalidad. No es un momento eufórico. La legalidad nos hace vivir bajo lo predecible, justamente para evitar las aventuras colectivas. Usted me podrá reprochar mi presunta incoherencia: admito la audacia de los liberales revolucionarios de hace un par de siglos pero no la osadía que ahora necesitamos para cambiar las rutinas de la política. Y yo le diré que los proyectos o planes políticos de hace dos siglos no se cumplieron: su realización fue parcial y muchas veces fruto de pactos que desnaturalizaban los ideales. Por otra parte, la realización de esos bellos ideales, cuando se intentó, causó miles de muertos, una violencia espantosa que se arrastró durante décadas. En España y fuera de España. Aun así, la realización no se consumó según lo previsto. Felizmente, añadiría también. Por otra parte, hoy en día (y no en el siglo XIX) hay un poderoso instrumento de la política que cambia las cosas y su circunstancia, que crea efectos perversos, que provoca consecuencias inesperadas de la acción individual y colectiva: los mass media.

    No se quejen tanto de la socialdemocracia, que es un anciano que aún vive. Quéjense de los corruptos, figuras inextirpables a lo que parece, y quéjense del berlusconismo, ese fenómeno nuevo y audaz de la política espectáculo.

    Ahora me perdonará.

    Volveré, que dijo Terminator.

  20. Hombre, eso de que «los seres humanos eligen generalmente lo que está inventado», qué quiere que le diga, será como mucho la mitad de la verdad, porque mire que ha llovido y sigue tronando en lo que a capacidad de inventiva en la naturaleza humana se trata. Además, si apelamos a la socialdemocracia, muy mal me parece empezar constatando aquello que está establecido, las inmovilidades, los acomodos; porque una de las vigas maestras es la transformación social, el espíritu comprometido con el cambio.
    Pero, vamos, por qué cada vez que uno pide cambios, renovación, innovaciones, se le recibe con la caja de los truenos, hablando nada menos que del totalitarismo, de los muchos muertos de la «aventuras políticas». Eso es capcioso y timorato. Ahora bien, cada cual que elija su camino, pero no me meta el miedo en el cuerpo porque mi senda no coincida con la suya.
    Sí, echo en falta vitalidad política, participación democrática, insumisión, arrojo -compatible con la prudencia-, y eso que usted llama «epifanía». De los que ejerzan todo eso será la «república de la tierra».

  21. A ver, Serna, el cadáver socialdemócrata está bastante vivo y tiene toooooda la capacidad de defensa que le da, desde el grupo mediático más importante del Estado y uno de los más importantes de la UE, el Grupo PRISA claro, hasta los intelectuales orgánicos de la misma cuerda que no son pocos, pasando por el peso aplastante que tiene el PSOE en la vida pública de los ciudadanos. Aunque, lamentablemente, con semejante poder (potencial) el único discurso capaz de articular es el de “o yo o el caos”.

    Otro sí. La existencia de personas capaces, honradas y válidas en el PSOE, del PV o de cualquier otro lugar del universo mundo, no niega la mayor: su partido, como tal, es un desastre y su idea, misión y visión, como fundamento ideológico, se incumple sistemáticamente.

    Otro sí. Me parece una exageración independientemente de lo moderado y/o realista que uno sea (condiciones que no necesariamente van unidas), decir que “nada nuevo nos va a salvar”. Primero porque el concepto “salvación” no parece muy bien traído a un debate en el que hablamos de problemas políticos, no teológicos; y segundo porque si nada nuevo nos resolviera problemas viejos, seguiríamos encendiendo el fuego con dos pedernales. La socialdemocracia fue una novedad revolucionaria ante la izquierda original, el liberalismo decimonónico. El liberalismo, a su vez, fue una novedad revolucionaria frente a la reacción despótico ilustrada que quería salvar el Antiguo Régimen. Unos déspotas ilustrados que fueron una auténtica revolución cuando el sistema feudal no tenía canal alguno, más allá del Brazo Real de las cortes medievales, para ocuparse de los problemas de la población. Y podemos llegar a Roma y la revolución que supuso la entrada de plebeyos en el Senado patricio. Toda la historia de la política ha sido la substitución de lo obsoleto por lo que Cambó denominaba “la nueva política” Y eso, siempre, es revolucionario, aunque lo diga el catalán.

    Item más. Igualmente opino que es una desmedida pensar que o se está con un partido incapaz de organizarse de forma eficiente, sosteniendo una idea teórica que no defiende en la práctica salvo de forma gatopardiana, o se está en la izquierda extraparlamentaria, o extremista, o incendiaria. Hay que plantearse soluciones nuevas, sí. Pido para ello el uso de la inteligencia, no del bidón de gasolina. ¿Qué hemos de hacer si no, esperar a ver como el PSOE se pudre más y más y arrastra con él el prestigio del progresismo? ¿O nos limitamos a la parusía y “algún un día” llegará el Gran Líder que lo resuelva todo?

    Otrosí. El partido socialista, en España, en los últimos treinta años, ha ido mal siempre. Cuando pierde y cuando gana. En el primer caso, por razones obvias: las ratas abandonan el barco (y el PP está bien surtido de ratas ex-sociatas, por cierto) En el segundo, es que los hechos son tozudos… Punto de partida, el PSOE llega al poder, 1982. Hoy sabemos que ese mismo partido estuvo implicado en el 23-F y que si se logró evitar que colaborara abiertamente con el golpista Armada fue porque Jordi Pujol ¡Jordi Pujol! ¡la derecha nacionalista y liberal catalana! tuvo que recordarles que la democracia estaba a este lado de los fusiles, no tras el gatillo. Buena tarjeta de presentación. Después llegó la gloria felipista. Felipe González (o “Dios” como le llamaban los suyos ¿o lo hemos olvidado?) y su PSOE no logró superar en ninguna elección a las que se presentó, personalmente o como partido, los votos obtenidos en la anterior contienda electoral. Luego, cierre de fiesta con los GAL. Finiquito con lamentos cuando le regala al PP el poder («la dulce derrota» González «dixit»). Posteriormente el PP se vuelve idiota y el PSOE recupera el poder con ZP… ZP… mira, si quieres te paso el listadillo de “zapatazos” que lleva perpetrados, en la política concreta, real, cotidiana, el actual PSOE. Estoy redactándolo desde el día que ganó su segundo mandato. Te aseguro que es suculento, especialmente por la desmemoria ciudadana. Esos han sido sus treinta años.

    Ítem mas. Y sí, ¡por las “arrecogías” en el Beaterio de Santa María Egipciaca!, sí, la experiencia que hemos tenido, en esos mismo treinta años con la derecha es que cuando una solución de partido les ha dejado de funcionar (UCD primero y AP después), sencillamente, se la han cargado y si no les ha satisfecho el apaño, pues la han refundado (PP), sin complejos y a otra cosa mariposa. ¿No es delirante que los conservadores se muestren revolucionarios y la presunta izquierda, conservadora?

    Otrosí. Creer en la honradez humana, sin ser un idealista, me rechina de forma volteriana. Esto parece de «Cándido».

    Final. Nada de todo lo expuesto niega que crea firmemente que, para la sociedad, un Estado basado en el Derecho, la Libertad, la Igualdad, la Solidaridad y la Justicia Social, es la única vía razonable de convivencia. En normas, sí. Normas para evitar que las zorras, de un lado y de otro, entren en el gallinero y para que las gallinas, los gallos y los polluelos se picoteen entre si o los grandes abusen de los pequeños. «A cada uno según sus necesidades y cada cual según sus posibilidades». ¡Que vieja idea, eh! Y cómo nos hemos olvidado de ella… es la falta de práctica.

    Pero si de partidos políticos hablamos, si de articular a la izquierda para que esa masa social progresista disponga de un referente en el que depositar su confianza, desde luego, (a) coincido con Juan Antonio con que para enfrentarse al problema no hay que “rasgarse las vestiduras, ni apelar al apocalipsis”, (b) hay que proceder a una reflexión previa y profunda para buscar nuevas vías que la socialdemocracia formal no es capaz de generar “per se”, ni aceptar de fuera, y (c) no creo que el PSOE sea la vía más adecuada ni para la reflexión, ni para la crítica (“el que se mueve, no sale en la foto” otra de las perlas ideológicas del aparto de Ferraz) y no por sus ideas, o sea, eso de “la socialdemocracia”, abstracciones que puedo compartir, sino por sus hechos. Ya lo decía el lema familiar de los Trenor, tomado de Tito Livio, por cierto: “facta, non verba” y los hechos de la socialdemocracia española, son penosos. Los hechos. Que, encima, se nos pida acatar el orden establecido con el mismo silencio de los corderos, me parece, entonces sí, auténtico extremismo.

    PS: Y como estoy muy campestre, hablando de gallinas, zorros, borregos y demás animalillos, os propongo para este findes – además de ir a la manifestación contra la corrupción que se monta la tarde del sábado 31 en la ciudad de València – os propongo, decía, que volváis a leer “Rebelión en la Granja”, la que le recomendé a Francisco “ut supre”, pero con una condición, en vez de hacer la lectura tradicional del texto, esa de que la Granja es, en realidad, la URSS y los cerdos, los stalinistas, os propongo que la leáis en otra clave. Planteaos que la Granja es “el mejor de los mundos posibles”, ese imperfectible Estado que lo es gracias a la Justicia y la Democracia rige los destinos de sus habitantes. A ver que papel le encontráis, en ese caso, a los cochinos.

  22. Ay, Pumby, yo le impartí Latines y va y me pone “ut supre”. No sabe que no, que así no se pone. Igual que propone la relectura de ‘Rebelión en la granja’, yo le propongo que tenga cuidado con las expresiones latinas. Perdone el palmetazo de su antiguo preceptor.

    Por otra parte, me dice Pumby: «Hay que plantearse soluciones nuevas, sí. Pido para ello el uso de la inteligencia, no del bidón de gasolina. ¿Qué hemos de hacer si no, esperar a ver como el PSOE se pudre más y más y arrastra con él el prestigio del progresismo? ¿O nos limitamos a la parusía y “algún un día” llegará el Gran Líder que lo resuelva todo?».

    ¿Soluciones nuevas? ¿Bidones de gasolina? Imagino que aquí somos todos sensatos. No hay nadie que apoye la kale borroka ni la lucha de liberación del pueblo X. Sólo de pensarlo, me da pánico: en la confusión, en tiempo de tribulación, es el momento óptimo para demagogos que dicen traer soluciones nuevas. ¿Ustedes se imaginan un líder, incluso un modesto líder (no hace falta que sea Grande) que venga proponiendo soluciones nuevas a los vicios de los partidos? Mejor, no. Es lo que propone Rosa Díez. ¿Y…? Venga, hombre, que lo único que necesitamos es más control sobre el funcionamiento del partido y gente honrada. ¿A usted le rechina «creer en la honradez humana, sin ser un idealista»? Dice que le rechina de forma volteriana. Descreer de la honradez es dejar la puerta abierta a los cínicos y a los aventureros.

    Insisto. Decía Max Weber que el individuo incumple las normas si esa infracción o ese delito no le ocasionan un mal superior al beneficio que obtiene al obrar incorrectamente.

  23. Permítanme una cita de un texto que estoy leyendo y que es incitante, revulsivo, todo lo lleno de riesgo que se quiera, pero muy valiente y comprometido de Gianni Vattimo -no sé si recuerdan las imágenes que hace poco se emitieron de su intervención en el parlamento europeo y las andanadas de Mario Borghezio, de la Lega Nord, llamándole, «conigli»-:
    «Se necesita una gran inventiva y fantasía «subversiva» que respete los valores básicos de la democracia (el derecho de cada uno a decidir por sí mismo, junto a los demás) sin dejarse dominar por el fetiche de las mayorías parlamentarias. Saber que cada vez están más sometidas a manipulaciones sólo es el primer paso para empezar a asumir esta responsabilidad, ciertamente revolucionaria, según las mejores tradiciones de la izquierda» (Ecce Comu, 2009, Paidós, p.70)

  24. Perdóneme, Sr. Millón, pero la trayectoria de Gianni Vattimo da que pensar. Fue un experto notable en Nietzsche. Ideó y defendió el ‘pensamiento débil’ (no hagan bromas): una crítica de la arrogancia racionalista y cientifista. Y ahora, en los últimos años, ha regresado al catolicismo y al comunismo. ¿Por qué en Italia no puede haber una izquierda simplemente pragmática, eficaz, moderada? Hace años, frente a la corrupción se manifestaban Gli Onesti. ¿No hay posibilidades de ser socialdemócrata sin ser comunista católico? No ridiculizo a Vattimo: lo leo con interés y con creciente estupor. Él también se expresa con estupor.

    Váttimo en el blog: https://justoserna.wordpress.com/?s=Vattimo

  25. serna eres patetico y socialdemocrata. te burlas de Esperanza Aguirre.

    os va a barrer del mapa a los socialistas!!!!!

  26. Ella se ha levantado, dando tumbos, y ha venido aquí; ayer estuvo viendo un programa de tele en que se veía a Espe haciendo el imbécil, como es su costumbre. Me ha empujado y se ha puesto a leer. Su natural tono amarillo-verdoso se ha tornado, primero blanco, después cerúleo (empleado éste término pedante -ya Quevedo reñía a Góngora por su utilización- en su sentido real de azul, no de cera. Curioso: vulgarizan un término erudito) y, por último, de un rojo muy intenso:

    «Muchacha –me trata así, porque así son las divas, pese a que la tengo acogida en mi casa y yo la dejo porque no ha habido danzarina en la historia del mundo que le llegara a la suela de sus puntas–. Dame a esnifar el producto hediondo que sueles darme y prepara un café que se pegue a la taza. QUIERO ESCRIBIR».

    Obedezco sus órdenes. Pasada la resaca, se ha puesto el tutú, las medias puntas. Se ha pintado los ojos y atirantado el pelo. Viene hacia aquí y me va a quitar de un manotazo. Que sea lo que Dios quiera.

  27. ¿Qué hace esa mujer, perversa y deslenguada en un lugar como este denigrando la danza? ¿Qué hacen el catalán y el nimio danzarín siguiéndole el juego? Que se pare el mundo. Que la bajen a ella o yo me voy de aquí, ellos verán.

    Esa mujer estúpida, engreída, ordinaria, es la prueba fehaciente de cómo van ustedes. ¿Es payaso o política? ¿Quién le ha reído las gracias?, pero, encima la votan. Me muero de vergüenza.

    “Y, en segundo lugar, el atrevimiento, la osadía, la falta de vergüenza de la presidenta a la hora de hacer lo que no sabe hacer.”

    Nos recuerda el muchacho que dirige éste blog, pero ¿Sabe hacer algo, aparte del ridículo? Me he estado callada, pero la danza no. He defendido siempre que se quedara Ullate en el puesto que ocupa, no hay nada mejor, pero ya no lo quiero; se ha burlado de mi (porque yo soy la danza), llevando a esa mujer, vergüenza de su género, al santuario que es una clase de danza.

    Deben de fusilarla, o meterla en cárcel, ya que aquí son tan dengues que no matan a nadie. Por mucho menos que esto, murió mi padrecito y murió la zarina de todas nuestras rusias y murieron sus niños. ¿No hay vergüenza en España?

  28. Se ha ido, me parece que llorando. Es la edad. Por la edad llama «ese muchacho» a Justo (perdónela, por favor).

    Pero, callen, me parece que también yo estoy llorando. Es que no hay solución. Esa foto demuestra que no hay solución para nosotros.

  29. Querido antiguo preceptor: confía en mi si te asevero cuántas veces he escrito previamente, sólo en tu “blog”, el latinajo “ut supra” sin incorrección alguna. No te aburras haciéndolo, sólo descubrirías que no sufro amnesia de tus clases si no que pulsé incorrectamente la tecla de marras.

    Atendido que ni tu ni yo queremos caudillos visionarios, ni algaradas incendiarias… dices que lo único que necesitamos es “más control sobre el funcionamiento del partido y gente honrada” (sic)… mmm… ¿y cómo lo hacemos?… ¿Cómo cambiamos algo para que, realmente, cambie, no para que se quede igual, que es peor?

    Si resulta que se postula que el ser humano es inmejorable y, por ende, incorregible, se entiende que lo es desde el mismo momento que aparece sobre la faz de la tierra ¿no? Claro, eso explica porqué ha de estar sometido a las rígidas leyes que lo constriñan, para evitar su tendencia natural a la delincuencia, lógico, pues eso es lo que genera la corrupción. ¡Por el gran Leviatán! que claro parece todo visto desde ese planteamiento del siglo XVII que tan caro le es a la Reacción y tan próximo está a la idea cristiana del pecado original.

    Aceptémoslo, venga… Claro que, entonces, ¿quién ha de redactar esas normas de control? ¿quién escribe las normas de los partidos?… ¿tal vez personas? (no se me ocurre otra entidad capaz) ¿hablamos, pues, de esos seres humanos corruptos por naturaleza? O no, hablamos de personas honradas… ¿y de donde salen éstas si quedamos que la naturaleza humana es pecaminosa?…

    Si el ser humano es perfectible, como opino, y no soy el único, perfeccionará sus actos y sus obras. En ese sentido, podrá establecer reglas cada vez mejores y desarrollar sistemas y organizaciones cada vez más satisfactorias. Si, por el contrario, el ser humano no es perfectible ¿qué mejoras normativas va a introducir? ¿qué nuevas instituciones, organizaciones y sistemas va a promover? ¿dónde va a encontrar a esas personas honestas?… ¿porqué va a cambiar nada si todo está bien como está?

    En la naturaleza humana – en realidad, en la de todos los primates superiores – está grabada genéticamente la capacidad de innovar su ámbito propio y transformar, para su beneficio, todo su entorno (que lo haga mejor o peor, es otro tema). Creo, pues, como seres humanos que son los socialdemócratas, pueden y deben innovar, pueden y deben transformar su realidad, pueden y deben perfeccionar la práctica penosa de su partido que, en vez de impulsar, soterra una idea espléndida, la de la democracia socialista. Algo que no considero imputable a las personas abnegadas por esa idea, si no a los intereses bastardos de quienes tienen en el partido su “modus vivendi” (vaya, otro latinajo)

  30. Ana, es usted un ángel. Salude a Pavlova. No se preocupe: no me ofende por llamarme muchacho.

    Hablando de ángeles, para el gato Pumby y para quienes como él profesan el optimismo, esta cuña pesimista:

    «…les preguntó si realmente pensaban que, exterminada esta humanidad, la que sucediera no acabaría cayendo en los mismos errores, en las mismas tentaciones, en los mismos desvaríos y crímenes, y ellos respondieron, Nosotros simplemente somos ángeles, poco sabemos de esa charada indescifrable a la que llamáis naturaleza humana, pero, hablando con franqueza, no vemos cómo puede resultar satisfactoria la segunda experiencia cuando la primera ha terminado en este tendal de miserias que tenemos delante de los ojos, nuestra sincera opinión de ángeles, resumiendo, es que, considerando las pruebas dadas, los seres humanos no merecen la vida, De verdad creéis que los hombres no merecen vivir, preguntó…»

  31. Fuca, de verdad, no se moleste con lo que voy a decir, pero la duda sigue: ¿de verdad existe usted? Verá, es usted perfectamente coherente, como un buen nick y escribe como su personaje se supone que ha de escribir. ¿Por qué nos tutea en plural? ¿Por qué se dirige a la galería? ¿Cómo puede escribir un párrafo como el que ha escrito?

    ¿Usted sabe que «nuestro querido Kant (…) siempre estuvo en contra del inmovilismo»?

    ¿…?

  32. Pero, bueno, señor don Justo Serna, ¿por qué se mete tanto conmigo? Y además, aquí, en la habitación principal de su casa, donde se está tratando un tema muy serio. ¿A qué galería me dirijo? Estoy discrepando de un comentario de Isabel Zarzuela (perdonará que no la trate de señora) y expresando una idea (deducida de lo que ha escrito Kant en este lugar en muchas ocasiones) y un sentimiento (cariño y admiración hacia este personaje-persona) de muchos de los contertulios de este blog, por eso utilizo el plural.

  33. Lo siento, señora doña Fuca, si me meto con usted, pero las cosas que dice y como las dice me hacen gracia y me mantienen en la sospecha continua. ¿Por qué se refiere a esto como habitación principal de mi casa? ¿Es que hay habitaciones secundarias? ¿Cuáles, las páginas que están en el banner lateral? Lo de la habitación principal me parece una metáfora ciertamente excesiva.

    Pero siga escribiendo si quiere, que yo seguiré pensando igualmente lo que considere.

  34. Alejandro, perdone, la cita entrecomillada procede de ‘Caín’, de José Saramago. Entre ángeles y humanos anda el asunto.

  35. Se va uno cuatro días y, buf, casi que me callo. Sólo dos apuntes chiquitos. «Tanto rollo para terminar diciendo que son socialistas», protesta un contertulio. Yo hace tiempo que dejé de saber lo que soy, y compruebo que no vivo más infeliz ni confuso que antes. Pero el error es lo de «tanto rollo». Es la argumentación lo realmente interesante. Me importa bien poco si Serna o Pumby o el sumsum corda -a ver si lo escribo bien que andan ustedes picajosillos- son socialdemócratas o miembros del club de fans del Titi. En lo que pueden -ellos y cualquier otro interviniente- aportarme algo que no sé es en lo que argumentan. No me interesa si eres socialista, sino cuál es «tu» socialismo. Si por algo merece la pena mirar hacia la izquierda es porque asume su irremediable heterodoxia, de lo contrario no es izquierda. Esa es su condición constitutiva, pero también su debilidad, pues la derecha nunca duda cuando se trata de mantener prietas las filas. Fíjese cómo acuden a manifestarse para «defender la vida», una vida que a muchos de ellos les importa una higa. La izquierda es capaz de retirar a millones su voto al más carismático de sus líderes -esto ya ha pasado aquí- porque ese líder la ha defraudado y no ha cumplido sus promesas, porque, en definitiva, no ha tenido el coraje que prometía para arriesgarse a ponerse en contra de los poderes fácticos, de los yanquis, de los curas, qué sé yo… Siempre es más fácil recluirse en el cinismo.

    Y no, no creo que la socialdemocracia haya muerto. No, porque aunque ciertamente las circunstancias que propiciaron su emergencia histórica han mutado, lo están haciendo ahora mismo en el sentido que nos vuelve a hacer girar la cabeza hacia quienes creen que es la fortaleza de unas instituciones creadas desde la deliberación las que garantizan unos mínimos de justicia social. Nos hemos tirado veinte años aceptando la Verdad Sagrada de los economistas de que el libre mercado nos conduciría hacia la más próspera y feliz de las sociedades. Ahora la Gran Recesión y gente parada por todas partes.Y como diría Nietzsche, «el mundo verdadero se convirtió en fábula». Es por ejemplo la socialdemocracia quien tiene que desenmascarar esa fábula y recuperar la política. No sé qué tipo de terremoto hace falta en los partidos laboristas europeos, y en especial en el español, para que se llenen de ese coraje, no sé si estamos ante la urgencia de una gran refundación. Pero la oportunidad ha de ser aprovechada. Luego será tarde.

  36. Les ruego me perdonen que regrese a esa mujer, Esperanza Aguirre. Es que olvidé decir dos cosas: Entre ella y Rita Barberá casi han logrado que me avergüence de mi género (léase femenino o léase humano) y no le he dicho a Justo, en general tan mesurado, que me ha encantado la contundencia con que la define y que llame cortesano a Albert Boadella. Otro fiasco. Sí que hay gente que, con los años, aprende, mejora, evoluciona, pero hay otros que, lamentablemente, involucionan.

    Buenas noches.

  37. Sr. Montesinos, nuevamente coincidimos en muchos puntos, aunque cada uno los exprese o los enuncie de manera distinta. Como ve, hay gente a la que le molesta «tanto rollo». Argumentar, razonar…, para algunos es siempre palabra sobrante, un excedente verbal. Viva, pues, el razonamiento. Pero no hay que confundir la argumentación con la expresión de prosa apodíctica que se valida a sí misma. El razonamiento alcanza alguna verdad avanzando en un mar de dudas. Quien razona logra muy pocas certezas; no emplea la argumentación para enumerar certidumbres pretendidamente universales. Por otra parte, la lisonja nada tiene que ver con el razonamiento. ¿O sí?

    Empiezo bien la mañana.

    Por Dios, Ana, no se avergüence de su género (femenino o humano) porque dos representantes le sean especialmente antipáticas. La verdad es que son especialmente antipáticas, pero a lo que parece habrá que cargar con ellas por mucho tiempo.

  38. Don Juan Antonio, me parece muy pertinente su alusión a los paraísos fiscales como síntoma que aqueja al funcionamiento de las democracias occidentales. Sucede como con la reforma, tan necesaria y atinada que propone el señor Serna, para transformar los partidos políticos de masas: es una cuestión de voluntad política. Si los dirigentes desearan (o pudieran) realmente acabar con los paraísos fiscales, lo podrían hacer. Otra cosa es que los poderes financieros hayan tomado la delantera a los de tipo exclusivamente políticos. Porque claro, hablamos de subir los impuestos al consumo pero uno se queda un poco consternado cuando Correa hace no se cuántos años que no hace la declaración de la renta y nadie en hacienda le ha hecho una mísera inspección, o cuando a Jaume Matas, en sus últimas declaraciones de la renta, se las apaña para que el Estado (o sea, todos nosotros) le tenga que devolver dinero. Lo que sucede es que la opacidad de los paraísos fiscales forma parte –y una parte para nada desdeñable- del funcionamiento del sistema. Todos los bancos del mundo tienen filiales en paraísos fiscales. ¿Cuánto dinero se evade allí? Pensemos simplemente en Zara o en las Koplowitz, o en otras grandes fortunas que evaden sus impuestos de una forma legalizada por el sistema. Es la misma historia de siempre. El egoísmo, la insensatez y la desvergüenza de unos cuantos que viven como reyes la paga el pueblo, que cada día lucha por salir adelante, mientras que por las noches anhela, no cambiar las cosas, sino en ser como aquellos magnates mangantes sin escrúpulos. Un pueblo satisfecho con el pan y el circo, que critica mucho pero no hace nada, que afirma que todos son iguales pero que no cambia de actitud ni adquiere compromisos. Claro, como son otros los que mandan… Haber si los que son todos iguales somos nosotros.

  39. Alejandro, en Santa Coloma, tras la detención del alcalde (y de Lluís Prenafeta y Macià Alavedra), cierta gente salió a la calle para protestar con carteles y pancartas, en alguna de las cuales se leía algo así como «Fora polítics. Ara, el poble».

    Ese lema es desolador, es el colofón desgraciado de una política de rapiña que algunos han practicado. El resultado es temible: «Ara, el poble». Como nos recordaba Enric González en la columna que le dedicó a Prenafeta (en El País), «Italia hizo limpieza en 1994, y por detrás de la escoba asomó Berlusconi». Ara, el poble –sense polítics, sense partits– es el principio del berlusconismo o, en el extremo, el origen del fascismo: yo, que nazco del pueblo, me erijo en su intérprete por encima de esas organizaciones imperfectas que son los partidos; tengo cualidades que me distinguen, he sido un duro combatiente en las trincheras de la guerra o de la vida, y tengo una clarividencia especial que me hace discernir lo que el pueblo necesita.

    Si no lo remediamos, en las próximas elecciones, altisima abstención: el rencor de la antipolítica.

  40. Paolo no ha dicho que la socialdemocracia haya muerto, sino que ha cometido una traición, ha abandonado sus presupuestos transformadores para acomodarse a una burocracia y a unas políticas impropias. Estos problemas no sólo se solucionan desde la legislación, que desde luego nos salvaguarda. Ésto hasta el neocomunista libertario Vattimo lo expresa con nitida claridad: «Sin embargo, las intervenciones de los magistrados, de las leyes democráticamente vigentes, parecen el único medio capaz de corregir un sistema de poder que está íntegramente en manos de quien tiene los medios financieros indispensables para la propaganda electoral.» Pero es insuficiente para que la justicia social avance; es necesario un impulso mayor, un mayor riesgo en la exigencia de regulación del mercado y en la propuesta de mayor participación del ciudadano en las decisiones políticas. Vattimo recoge en su libro un concepto del sociólogo y profesor de Derecho, Roberto Mangabeira Unger (miembro de los Critical Legal Studies, profesor de Harvard -allí dio clases a Obama- y hoy ministro de Asuntos Estratégicos en el gobierno de Lula en Brasil): «high energy democracy», una democracia de alta intensidad, más allá de la meramente representativa, que implique nuevos cauces de participación ciudadana, que renueve lo público. En una entrevista que publicó El País, dijo Unger: «Básicamente hay tres izquierdas en el mundo. Hay una vendida, que acepta el mercado y la globalización en sus formas actuales y que quiere simplemente humanizarlas por medio de políticas sociales. Para esa izquierda, solo se trata de humanizar lo inevitable. Su programa es el programa de sus adversarios, con un descuento social y una renta moral y narcisista. Hay otra izquierda, recalcitrante, que quiere desacelerar el progreso de los mercados y la globalización, en defensa de su base histórica tradicional (los trabajadores sindicados de grandes empresas industriales). Y hay una tercera izquierda, la que me interesa, que quiere reconstruir el mercado y reorientar la globalización con un conjunto de innovaciones institucionales. Para esa izquierda, lo primero es democratizar la economía de mercado, lo segundo capacitar al pueblo y lo tercero, profundizar la democracia. Yo entiendo ese proyecto como una propuesta de la izquierda para la izquierda».
    Eso, una propuesta de izquierda para la izquierda.

  41. Juan Antonio, es muy interesante la propuesta de dicho sociólogo, que plantea a través de la lectura de Vattimo. Aunque, la verdad, no acabe de verla plasmada en algo concreto. Dicho sociólogo acaba diciendo en la entrevista que le hicieron en El País: «Para esa izquierda, lo primero es democratizar la economía de mercado, lo segundo capacitar al pueblo y lo tercero, profundizar la democracia. Yo entiendo ese proyecto como una propuesta de la izquierda para la izquierda”.

    No es que me parezca mal: es que esos principios generales los suscribiría cualquier aspirante a reformista dentro de la izquierda. Quiero decir, cualquier militante o dirigente de la izquierda que quisiera presentarse como renovador aceptaría dichos principios. En algunos casos, porque no compromenten a mucho. Son enunciaciones generales que no pueden evaluarse concretamente. ¿Democratizar la economía de mercado? Seguro que es deseable, ¿pero cómo? ¿Capacitar al pueblo? Con la educación: yo también creo en las posibilidades de la instrucción, pero ese mismo pueblo se solaza con la basura y con lo banal. Se deja alienar, que decían Adorno y Horkheimer. Ahora, Internet y la televisión nos han roto completamente el orden de nuestras preferencias. Nos guste o no nos guste. Y esto nos instala en otro mundo. Y lo tercero, ¿profundizar la democracia? Sr. Millón, no conozco a nadie en el seno de la socialdemocracia que no haya pronunciado alguna vez ese lema, con mayor o menor convicción. ¿Es deseable profundizar la democracia? Por supuesto que lo es en el ámbito de la política, pero no en el sentido de que todo deba ser objeto de elecciones, sino en el sentido de que la acción de Gobierno debe hacerse con la mayor transparencia. Con una legalidad que no se burle directa o indirectamente.

  42. Sin duda, don Justo. El peligro del pueblo es el peligro de la masa, de los demagogos, de los aprovechados, de los populistas. Por eso hacen falta más ciudadanos y menos consumidores. Y por eso mismo hacen tanto daño los asuntos de corrupción en los partidos. Pensemos en la alternativa jesúsgilista a partidos políticos clásicos. La responsabilidad de los políticos en este asunto es muy grave y muy importante. Evidentemente no todos son iguales. Es inevitable que se cuele gentuza en estso grandes partidos. Pero con la cantidad de mierda -con perdón- que está saliendo en toda España, los políticos honrados, que so muchos y de todos los colores políticos deberían replantearse su actitud y actuar con algo más de responsabilidad; deberían darse cuenta de que está en juego algo más que ganar unas elecciones o desprestigiar al adversario. Atajar el problema a tiempo es fundamental para que no se les vaya de las manos, ¿imagina lo que pasaría si Florentino Pérez, por una de estas, decidiera presentarse a las elecciones? Ese momento tal vez no esté tan lejos. Hacen falta, como usted dice, reformas democráticas en los partidos, pero por ahora nadie está logrando que los que mandan muevan un dedo para conseguirlo. A var si se ponen las pilas y se conjuran para dar mejor imagen.

  43. Por lo que parece, Joan Laporta tontea con la posibilidad de entrar en política, sirviéndose de su condición de presidente del Barcelona FC. Como Berlusconi.

    O al revés… El primer ministro de Italia, tan amigo de José María Aznar, ha declarado: «Aznar ha demostrado tener una gran personalidad, carisma y sentido político. Si decidiera presentarse a la presidencia del Real Madrid, seguro que lo haría bien porque seguro que ganaría. Lo haría igual de bien que cuando gobernó en España».

    Estamos rodeados.

  44. ¿Y usted qué sabe como mira la señora Fuca a Don Justo?
    El que no tiene que insultar es usted, Paco. Haga el favor…

  45. ¡Menudos defensores me salen! Si alguien me insulta, sé yo solita defenderme. Como muy bien escribe Isabel, ¿sabe usted cómo miro a don Justo? Nunca lo vi insultando a nadie, para mí el único defectillo que tiene es que es demasiado caballero, tendría que aprender un poquito de nuestro gatiño (ya sé que muchos no estáis de acuerdo, es sólo una opinión).

  46. Magnífico post, éste sobre la socialdemocracia, repleto de contenido interesantísimo y que ha abierto mil caminos para el debate, algunos aparentemente colaterales, pero sólo aparentemente.

    Por ejemplo, el de la desafección de la democracia, apuntado creo por el contertulio Alejandro Lillo. Dicha desafección, causada por la percepción de que existe corrupción generalizada en la clase política –todos los políticos son iguales, piensan algunos ciudadanos-, lleva a que la gente desconfíe de la política, de los políticos y de los partidos, y ponga en cuestión la democracia como el método menos malo de resolución de conflictos. Resultado: aumento de la abstención, como bien dice Justo. “Paso”, se convierte en la opción más votada. Coincido totalmente con los que opinan que dicha desafección es una puerta abierta a la entrada de todo tipo de demagogias y fascismos, de nuevo o de viejo cuño.

    Por cierto, ¿qué piensa la mayoría de la sociedad valenciana de la supuesta corrupción destapada en nuestra administración autonómica a raíz del caso Gürtel? El sábado se ha convocado una concentración, ¿veremos la respuesta?
    http://www.canviemlarealitat.com/2009/10/resucitem-la-democracia.html

    Otro tema interesante apuntado en este post es el de los incumplimientos de la socialdemocracia. Ayer, en El País, Nicolás Sartorius escribió un artículo sobre la necesidad de un cambio radical en el modelo económico que ha sustentado y sustenta el desarrollo de los países.

    http://www.elpais.com

    Un cambio histórico –así lo califica el propio Satorius- y un reto para la izquierda, y de cuya correcta resolución dependerá, en gran parte, el futuro de la socialdemocracia. Sartorius habla, entre otras cosas, de las dificultades del cambio de modelo de crecimiento económico a medida que las instituciones financieras -principales detonantes de la crisis actual- se recuperan del “susto”. Poco a poco, dejamos de considerar urgente la reforma del capitalismo… hasta la próxima crisis. Felipe González ya la ha anunciado.
    http://www.uimp.es/blogs/prensa/2009/07/03/felipe-gonzalez-considera-que-no-se-esta-haciendo-lo-necesario-contra-la-crisis-y-urge-a-la-ue-a-adoptar-medidas-con-una-sola-voz/

    Como podéis ver, los temas abiertos son muchos y de bastante enjundia. Es lo que ocurre cuando un post se transforma en tormenta de ideas, es difícil poner límites al debate.

  47. Pues sí, me pasó como a David, que me descuidé un momento y, hala, la cosa se dispara. Estuve en Latveria, desde que Manel se retiró del mundo, del demonio y de la carne, hube de hacerme cargo, también de la propiedades familiares de aquel lejano país. Perdón, me disperso (es cosa de familia). Bueno, no obstante, en estos días que estuve ausente veo que Juan Antonio ha hecho aportes muy interesantes que vienen a dar ese toque de atención a lo que debe ser “pensar de manera diferente”. Entre el quietismo y la inquietud, entre el gatopardismo y la impaciencia revolucionaria, ha de haber, por fuerza, una vía razonable para cambiar lo que deba ser cambiado. No me resigno ni a aguantar chorizos ni a confiar mi libertad a sinvergüenzas.

    Citas… citas… citas extrapoladas… mmm… bueno… pues yo cito a Gramsci y os recuerdo que lo escribió desde la cárcel fascista: “Al pesimismo de la inteligencia debemos oponer el optimismo de nuestra voluntad”.

    En efecto, Ana, la descripción que hace Serna de Boadella como cortesano es de lo más apropiada. Y además, tu comentario me trae a la cabeza un viejo adagio del mundo de la organización de empresas perfectamente aplicable a las personas y a los partidos, que al fin y al cabo son una organización: “la empresa (la persona, el partido) que no sabe adaptarse al medio, no cambia; quien no cambia, se estanca; quien se estanca se pudre, y la putrefacción anuncia la inminente desaparición de la organización inmovilista”. En otras palabras, o te aclimatas o te aclimueres. El que tenga oídos, que escuche.

    Y esto que comentaba a raíz de la sugerencia de Ana no hace alusión ni al socialismo ni a la democracia, si no al partido que quiere patrimonializar la idea socialdemócrata. De hecho… ¿por qué hemos de creer que la socialdemocracia sólo es posible en el seno del PSOE? ¿acaso el PSP no fue socialdemócrata?… Vale, dejemos el ayer. Veamos el hoy en el caso concreto valenciano (me disculparán los contertulios de otras latitudes): ¿Qué es el Bloc además de nacionalista? ¡y no se me descarguen con apriorismos decimonónicos! que nacionalismos hay muchos; el Bloc está más cerca de Convergència (liberales) que de Esquerra Republicana (radicales). ¿Y los de Iniciativa pel País Valencià, qué?… se nos presentan como “eco-socialista” pero, ¿acaso no siguen a pie juntillas el fundamento, que no la práctica, de la socialdemocracia?. ¿Y los Verdes, no es lo mismo? ¡Si hasta en EU encontraremos personas que comulgan antes con la amplitud de miras socialdemócrata que con el cartesianismo paleocomunista!… La masa electoral de la izquierda se mueve por derroteros de socialismo democrático, sin embargo, parece que sólo prestemos la atención al PSOE, igual hay que levantar un poquito la nariz del partido de Pablo Iglesias y abrir los ojos a otros horizontes.

    En esto último, de nuevo la derecha da una lección magistral. ¿conservadores, pseudoliberales, democristianos, franquistas, fascistas, moderados, centristas…? ¿dónde están? En el PP. Un único bloque electoral. Panorama en la izquierda: ¿quién defiende valores substancialmente diferentes a la sociademocracia?… Si juntamos a todos los estalinistas (que resurgen), maoístas (que alguno quedará) y antisistema (cul de sac de lo más oportuno para justificar la destroza del McDonald donde el año anterior iba el presunto revolucionario con sus amiguitos a hacerse un bocadillo de grasa saturada gringa), bueno, podéis añadir cualquier otra cosa (Red Skins, Cyberpanks, Hackers…), si los juntamos a todos, decía, no suman un par de escaños. Vamos, a la altura de Rosa Díez y su trouppe. Entonces ¿la unidad de la izquierda no se da por…? Hace años, muchos años, a la pregunta de ¿para cuando la unidad de las fuerzas radicales? un amigo del MC – actualmente Revolta, no sé como se llamarán en el resto del Estado – me respondió con aplomo: “para cuando todos entren en el MC”. El razonamiento es un disparate, ya lo sé. Pero es el mismo que sigue el PSOE, partido especializado en laminar vía la fagotización, cualquier alternativa diferente a la que se dé en su propio seno.

    Cuando alguien se plantea la socialdemocracia como algo “suyo y de nadie más”; cuando entiende la relación política con los partidos de su ámbito ideológico como “o yo o nada”; y cuando presenta un curriculum de asuntos de Estado de peso con temas tales como el apoyo al golpe de Estado de Armada; la pantomima de “OTAN de entrada no, pero ahora sí”; los contratos basura; la propuesta, legalización y puesta en marcha de los PAI, palanca de la corrupción urbanística; los GAL; la corrupción incontrolada entre cargos públicos de su obediencia… bueno, mucho pecho, mucho pecho, no creo que pueda sacar. Pero hay lo que hay. Así que, ya sabéis, os podéis resignar y quedaros en la mesita camilla a la esperar de encontrar “personas honradas” que cambien el PSOE o podéis poneros en marcha para buscar alternativas razonables para la viabilidad de la socialdemocracia.

  48. ¿O «personas honradas» –entre comillas– que cambien el PSOE el alternativas razonables para la viabilidad de la socialdemocracia?

    ¿Qué alternativa es ésta?

  49. Esa es la cuestión, que esa alternativa hay que construirla.

    Para que cualquier organización experimente un cambio necesita tener la conciencia de que está en crisis. El PSOE no la tiene. No lo sabe. Si lo supiera, cambiaría. Pero como no lo sabe no cambia. De esa manera, tratar de introducir un cambio en él es imposible. Demasiados contertulios saben en qué han quedado sus intentos de cambiar al PSOE desde dentro.

    Hay que construir, pues una alternativa, sí. ¿Cómo? Ya lo dije: reflexionando de forma mesurada y pensando de otra manera a la de la gente que hay ahora. Contando con las nuevas generaciones y la nuevas tecnologías, atendiendo lo que nos dicen las actividades académicas de aplicación que no se aplican (organización de empresas, marketing de intangibles, gestión de calidad, gestión del cambio, estadística…) y trabajando para aunar voluntades y frenar sectarismos. No hay nada hecho. Está todo por hacer. ¡Naturalmente! ¿Que no es fácil?. Por supuesto. Ese es el reto, si fuera sencillo cualquier imbécil lo habría resuelto antes de Suresnes.

    Y si no gusta la propuesta, si no se quiere cambiar… pues no se cambie, hombre, no se cambie. Eso sí, os rogaría, entonces, que salieseis llorados de casa.

  50. Denle cuerda al gato y ya verán, acaba citando a la Duquesa de Alba y se queda tan pancho (¡Expulsión, ya, Serna!)

    Bueno, yo creo que la referencia de J.A. Millón a la entrevista de Unger es oportuna. ¿Inconcreta? Es posible, pero sospecho que nos hallamos en un momento políticamente constituyente. Prohibidos pues el cinismo y el desánimo. Me vienen dos cosas a la mente. Una es la fórmula de la disyunción inclusiva a la que Ulrich Beck ha dedicado muchos esfuerzos. «NO sólo sino también». Comparto la pretensión de crear espacios de poder al margen del «Partido», lo cual incorpora también la posibilidad de condicionar el voto, nos guste o no la consecuencia que todos nos tememos que eso tiene. Pero si cada vez que el PSOE gobierna ya sabemos que va a hacer barbaridades y que no habrá erosión en la fidelidad de sus electores volveremos una y otra vez al punto de salida, solo que más cínicos. Veamos si merece o no la pena votarles, que parece que es lo único que parece interesar a quienes parecen haberse convertido más en máquinas mercadotécnicas de ganar votos, y sigamos haciendo política por otras vías. Eso es la disyunción inclusiva.

    A vueltas con esto. NO siempre tiene uno que indignarse cada vez que aparece el chico este de la Asociación de Consumidores propagando al mundo lo sinvergüenzas que son algunas grandes empresas de telefonía móvil, grandes almacenes, bancos, compañías de aviación… Ciudadano no se reduce a consumidor, ya les gustaría a muchos, pero lo primero, pero no hay manera de ser ciudadano sin asumirse también como consumidor. ¿Por qué no apoyar este tipo de corrientes? Es un simple ejemplos, pero hay una rentabilidad emancipatoria en este tipo de empresas cívicas, lo creo de veras.

  51. Con la urgencia me ha quedado el post mas desaseado de lo habitual. Algo por decir: yo creo que el impulso de crear instituciones capaces de proteger a los ciudadanos, en especial a los débiles, del poder de los mandarines y de la ley de la selva, pasa por repensar el mundo a la luz de la globalización. Se hace imprescindible repensar el concepto de Estado-Nación. Creo que algo de lo que dice Unger respecto a la tercera izquierda va por ahí. Dice Beck en una entrevista:

    «Estas metáforas» -se refiere a ciertas etiquetas asociadas a la sociología postmoderna como «sociedad líquida» y similares- «sólo son ciertas en parte, porque no tienen en cuenta que las instituciones clave del mundo moderno no pueden existir sin demarcaciones. Y la segunda modernidad se ha planteado como cuestión central la nueva política de fijación de fronteras bajo las condiciones de la desaparición de las mismas. Sin duda, la posmodernidad y la segunda modernidad comparten la idea de que la desaparición de las fronteras y las diferencias es un problema importante, pero a nosotros nos parece que las instituciones deben tomar decisiones y que éstas presuponen determinaciones. Hablo de determinaciones basadas en fronteras pensadas ya no desde la lógica excluyente de «o lo uno o lo otro» de la primera modernidad, sino de nuevas formas de disyunción inclusiva del tipo «tanto lo uno como lo otro». En el centro de investigación que dirijo en Munich examinamos estas cuestiones en casi todos los ámbitos, y encontramos muchas semejanzas: se disuelven las fronteras pero se requiere de nuevas demarcaciones, fronteras de nuevo cuño».

    Se trata, creo, de remediar los peligros del modelo de individualización que se está construyendo en la sociedad tardoindustrial. La palabra clave sigue siendo «solidaridad», pero no en el vacío, no en esa cultura desesperante del individuo atomizado e impotente que se lamenta delante de la televisión. La tarea es exigir la constitución de instituciones capaces de proteger el bienestar y los derechos de la gente. «Estado social de derecho», recuerdo un artículo de un viejo león del socialismo español, Peces Barba, titulado así. Me sigo quedando con esa fórmula, pero ya no «Estado». Creo que habríamos de acostumbrarnos a pensar -nuestros jóvenes, con o sin Erasmus- ya lo están haciendo en términos de acción conjunta y transnacional. Sí, no es fácil, pero o nos concienciamos de que ese es el desafío o seguiremos insistiendo en el error de pedirle a los gobernantes locales que consigan objetivos sin que dispongan del margen de acción para ello. «Paraísos fiscales», dice Alejandro. Desde luego, es un problema central, mucho mayor de lo que nos creemos, pero solo puede ser atajado desde instituciones reguladoras de carácter económico, jurídico o político. Reconstruir el dañado espacio de lo público a la luz de los nuevos desafíos globales. No sé si esto me convierte en social-demócrata o me acerca a los grupos anti-sistema, me da lo mismo, pero sí es cierto que este tipo de orientaciones provienen siempre de la izquierda, qué vamos a hacerle.

  52. Estamos tan acostumbrados a la dosis de terror diario, escándalo tras escándalo, que sentimos un terror difuso, «líquido» ante las críticas populares. Por qué sentir pavor ante la llamada, «Ahora el pueblo». Yo me siento orgulloso de que la ciudadanía responda, se cabree y se manifieste. No son ellos los que harán el daño, a ellos se les hace de forma continuada e impune. ¿Todo para el pueblo pero sin el pueblo? ¿Todo el poder para los soviet? Ni una cosa ni otra. Pero este sistema, al que nos hemos acostumbrado y que tácita o expresamente sostenemos, no funciona bien. No. Así de taxativo lo ha expresado en un excelente artículo de Ignacio Sotelo en El País:
    «Aunque seguirá creciendo el distanciamiento de la población ante los políticos, mientras la participación no baje de un 50% y se mantenga una polarización visceral entre las sedicentes izquierda y derecha que refuerza la cohesión interna; mientras que la política social, gobierne el que gobierne, descienda a un ritmo tolerable y se perfeccionen los canales por los que transcurre la corrupción, de modo que los escándalos se dosifiquen en el tiempo, y sobre todo sigamos con una Ley Electoral tan injusta como poco apropiada para restablecer el prestigio de los políticos, me temo que los partidos esperarán a que pase el chaparrón y se apacigüen los ánimos, sin emprender nada que pueda disminuir el poder acumulado.»

  53. Estoy de acuerdo con Juan Antonio Millón en resaltar el estupendo artículo que publicó El País de Ignacio Sotelo,
    http://www.elpais.com/articulo/opinion/descredito/politica/elpepiopi/20091029elpepiopi_4/Tes

    También estoy de acuerdo en su respeto hacia la opinión de la gente. No se debería tener miedo a la gente, al pueblo. Cuando la gente se revela contra los «políticos», así, en general, no es un problema de cómo es la gente, sino de qué hacen los políticos para que la gente les tenga en tan poca estima. La desafección de la política debería llevar a los políticos a reflexionar sobre sus causas y a intentar corregirla. No hacerlo, es síntoma de una presunta complicidad con esa situación. Es curioso que Camps intente desviar la atención de los ciudadanos hacia su persona diciendo que «hay que hablar menos de política y más de economía», como si ambas cuestiones no estuvieran intimamente ligadas… Y además, lo dice el máximo responsable de la política autonómica valenciana.

  54. Aunque sus reflexiones son verdaderamente sugestivas y necesarias, creo que ha llegado el momento de cambiar el post. En unos minutos, entrada nueva. En unos minutos.

  55. Las dificultades de la socialdemocracia

    Javier Astudillo y Ludolfo Paramio,

    El País, 06/11/2009

    «El artículo de Paolo Flores d’Arcais sobre La traición de la socialdemocracia (EL PAÍS, 25 de octubre) tiene más el tono de una denuncia profética que el de un análisis político, y tales denuncias pueden ser bastante irritantes, como prueba el infeliz destino de algunos profetas del Antiguo Testamento. La razón fundamental es que en ellas se mezclan elementos heterogéneos en una argumentación circular, lo que no sólo deja poco espacio a la discusión, sino que impide buscar soluciones a los males expuestos…»

    Artículo completo:

    http://www.elpais.com/articulo/opinion/dificultades/socialdemocracia/elpepiopi/20091106elpepiopi_11/Tes

Deja un comentario