Acabo de escuchar ‘Por el Principio’, un programa radiofónico, en este caso dedicado a Antonio Muñoz Molina. En ese espacio cuenta parte de lo que fue su infancia y adolescencia.
Es una bella evocación entre nostálgica y realista de un mundo ya desaparecido, una España pobre y esforzada.
Pero también es una incursión en un país esquilmado por la dictadura, un régimen basado en la crueldad y el miedo, en la ordinaria resignación. Es un viaje a aquella inacabable posguerra…
El programa no es una entrevista. Al menos, su formato no está concebido así. Hay distintos cortes en los que el protagonista se explica ante un entrevistador que no escuchamos.
Hay recreaciones de momentos de su vida, una dramatización. Y hay exposiciones de Muñoz Molina.
Es la infancia de un niño nacido en Úbeda que estaba destinado a continuar la vida de hortelano del padre.
Pero es también la niñez y la pubertad de un muchachito que leía mucho, que leía de todo, que tenía buena memoria y que pronto aprendió a redactar con gusto y esmero.
Es la primera juventud de un zagal que evitaba la violencia y la fuerza bruta, que sentía pavor y —aún siente— rechazo ante la masculinidad asertiva y agresiva, ante la exhibición del varón depredador.
Al escucharlo siento tantas cosas que comparto… Por supuesto no me comparo.
Yo no fui un temprano y voraz lector. La afición me vino algo después. Yo no estaba destinado a ser hortelano a pesar de los orígenes campesinos de mi familia paterna.
En realidad, Muñoz Molina despierta en mí simpatía y admiración por su sensibilidad, por la ternura y habilidad con que evoca el pasado y construye mundos de ficción.
No escribe bellamente. Escribe precisamente. Es decir, con precisión, con extrema y sutil precisión, que es lo máximo a lo que podemos aspirar si somos de letras.
Uno era de Letras —decíamos en mi infancia y adolescencia— cuando en el bachiller superior te inclinabas por las Humanidades.
Cómo no admirar a Muñoz Molina. En su prosa hallamos la expresión justa, ese logro que se alcanza cuando parece que las palabras y las cosas coinciden…
Por supuesto, es un arte y, si se quiere, un artificio: esto es, una habilidad que hace sencillo o evidente o natural aquello que exige esfuerzo, esmero. Más transpiración que inspiración.
Por eso y por muchas cosas más admiramos, admiro, a Antonio Muñoz Molina.

Hola,
Señor Justo Serna,
Comparto con usted la admiración por Antonio Muñoz Molina, de quien he leído todo lo publicado, y algunos libros varias veces. También he leído un libro y muchos artículos escritos por usted referidos a él.
He encontrado en un par de libros de AMM sendos errores respecto a los transportes públicos de Lisboa, ciudad que conozco bien pues he vivido en ella durante cuatro años. Me gustaría hacerlos llegar al autor, para su eventual corrección en futuras ediciones, pero no encuentro la manera, ya que canceló su blog hace ya tiempo. Si a través de usted pudiera hacerlo, ruego me lo comunique.
Muchas gracias
Joan G. Valls
Valencia
joangvalls@telefonica.net